Con suprema sencillez Carl Jung resume décadas de un profundo estudio de la psique humana.
Aunque son arbitrarias y a veces
absurdas nos reconforta leer listas que supuestamente emiten un dictamen
definitivo sobre un tema.
Poner un número y reducir del infinito de
posibilidades a una serie finita que podemos leer en menos de cinco
minutos nos sugiere —aunque ilusoriamente— que existen un orden y una
realidad en un mundo en el que predomina el caos. De igual manera nos
suele gustar que alguien nos diga cuáles son los secretos de la
felicidad, como si hubiera un mapa para conseguir esa supuesta meta de
la existencia, y pudiéramos vivir en una homeostasis sostenida.
Dicho esto, ¿para qué entonces escribir
sobre otra lista más que nos dice los secretos de la felicidad? Por dos
razones. La primera, el respeto a una de las mentes más brillantes del
siglo XX, Carl Jung, un hombre que buscó hacer del estudio del alma una
ciencia, en el sentido original de la palabra de conocer a profundidad
la psique humana, más allá del dogma.
La otra es la paradójica
desestimación que hizo Jung de su misma lista después de responder a la pregunta del periodista Gordon Young en 1960
“¿cuáles cree que sean los principales factores que contribuyen a la
felicidad de la mente humana?”. En la tradición de un maestro zen:
“Todos los factores que generalmente se asume que pueden contribuir a la
felicidad pueden, bajo ciertas circunstancias, producir lo contrario.
No importa qué tan ideal sea tu situación, no necesariamente garantiza
la felicidad”. Y para rematar: “Entre más se busca deliberadamente la
felicidad, más probabilidades hay de no encontrarla”.
En otras palabras,
buscar la felicidad es estúpido, es una abstracción y una fantasía
equivalente a buscar una dotación infinita del queso de la luna. En
cambio, con mayor prudencia se pueden buscar algunas de las cosas que
Jung marca como causas de la felicidad. Probablemente sea recomendable
que esta búsqueda se haga de manera tranquila sin tener que hipotecar
nada a cambio.
1. Buena salud física y mental.
2. Buenas relaciones personales y de intimidad, tales como las de la pareja, la familia y las amistades.
3. La facultad para percibir la belleza en el arte y en la naturaleza.
4. Razonables estándares de vida y trabajo satisfactorio.
5. Una visión filosófica o religiosa que permita lidiar de manera satisfactoria con las vicisitudes de la vida.
He aquí cinco sencillos puntos que
resumen décadas del más agudo trabajo psicológico. Una lista
cuidadosamente ordenada. Sin salud, es difícil disfrutar de los otros
puntos.
El segundo punto es sustento del primero, ya que una vida sin
intimidad, sin una sexualidad plena y con relaciones afectivas hace que
sea prácticamente imposible no sólo tener salud mental, también salud
física (hoy sabemos que la soledad desgasta notablemente la salud
física).
El tercero es el placer, el regocijo que se acentúa cuando se
tienen los dos primeros factores. Se puede tener un entrenamiento
artístico pero también es posible solamente tener una disposición para
apreciar la belleza de la naturaleza. El arte y la contemplación
estética pueden servir también como una conexión similar a la que provee
la religión, una comunión.
El cuarto punto sustenta en cierta forma los
dos primeros pero no es una condición sine qua non para que se
pueda conseguir salud y amor.
El quinto punto es el comodín en el
ensamble, ya que a falta de otros factores en la lista, una visión
filosófica o religiosa permiten, al menos hipotéticamente, trascender el
sufrimiento que causa la enfermedad o la soledad. Especialmente cuando
la filosofía va acompañada de una ética o de una congruencia que brinda
una estructura justamente para ver más allá de la vicisitudes de la
existencia.
Mientras que es imposible controlar lo que nos sucede, sí
podemos controlar en mayor o menor medida la forma en la que asimilamos
aquello que nos sucede. La felicidad del filósofo o la del místico,
quizás no sean las más exultantes, pero posiblemente sí las más
estables.
Aunque bordean siempre con el risco del autoengaño, la
delusión y el fanatismo.