La FAO impulsa una campaña para que los insectos sean parte de nuestra dieta en los próximos años.
Una de cada ocho personas en el mundo se irá a dormir con hambre esta noche, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), una dependencia de la ONU. La entidad también señala que el hambre y la desnutrición son considerados como el problema de salud más grave del planeta, incluso por encima del sida, la malaria y la tuberculosis juntas.
Tan sorprendente como las cifras es la recomendación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) para ayudar a resolver el problema: incluir insectos en la dieta diaria de los seres humanos.
Pero la FAO no pretende que de un día para el otro la gente compre orugas, grillos y saltamontes para servirlos en el almuerzo familiar del domingo. Así lo afirma Santiago Mazo, consultor nacional de seguridad alimentaria y nutricional de la FAO en Colombia: “El mensaje es voltear la mirada a una fuente importante de nutrientes que están en los bosques y que es subutilizada, a pesar de que 2 mil millones de personas están consumiendo insectos actualmente en el mundo”, dice el funcionario.
Según cifras de la ONU, en el 2030 se tendrá que alimentar a 9 mil millones de personas en todo el planeta. Por eso, la idea de incluir a los ‘bichos’ en el menú apuntaría a combatir el hambre, sobre todo de aquel sector de la sociedad que no tiene acceso a alimentos con carga proteica, como la carne, el pollo o los huevos, por citar algunos ejemplos. Infografía - Los insectos y su valor nutricional
El nutricionista y asesor científico Benjamín Ramírez cree que la ingesta de estos pequeños animales ayudaría a paliar la hambruna que aqueja a 870 millones de personas de los cinco continentes. “Sería una solución para las familias a las que nos les alcanza para comprar carne; los insectos dan cantidades beneficiosas de proteínas”, asegura.
Para Mazo, el consumo humano de insectos deberá ser parte de un largo proceso: “Se tendrá que cambiar el aspecto cultural para que sean plenamente aceptados” asegura.
Hoy por hoy existen dos formas de consumo de insectos. El directo, que significa que la persona come el insecto entero o integrado en otros alimentos. Y el consumo indirecto que sería, por ejemplo, cuando un animal como el pollo o la res son alimentados con harina de insectos pulverizados y esta carne al ser servida en nuestra mesa sería nuestra fuente de proteína proveniente de estos pequeños invertebrados.
Estudios han demostrado que los insectos tienen casi la misma cantidad de proteína que un huevo (27 por ciento), considerado como el alimento con mejores niveles de este componente para el consumo humano. Así, unos 100 gramos de huevo (2 huevos sin cáscaras) tienen la misma proteína que unos 25 saltamontes deshidratados.
“La proteína es lo más caro de conseguir en una dieta, por eso la ingesta de insectos es una manera muy sensata de suplementarla”, añade el nutricionista.
Los animales de agricultura y las mascotas “se están comiendo la comida de los humanos” explica Santiago Mazo. Por eso, para cumplir con el proceso recomendado sobre la “manera correcta” de introducir a los insectos en el menú diario de los humanos, apunta a que los concentrados de carne, pollo o trigo que consumen ciertos animales domésticos sean reemplazados por harina de insectos pulverizados. “Si optamos por este procedimiento, se les está dando la misma cantidad de nutrientes que necesita un perro, por ejemplo, pero con insectos”, explica el representante de la FAO para Colombia.
“No hay que poner el insecto junto con la arepa, sino verlos como fuente de alimentos de otras especies” sugiere Mazo.
Por otro lado, hay poca información sobre si en Colombia existen lugares de crianza de insectos. Tampoco hay recomendaciones nutricionales para su consumo, aunque según el nutricionista Ramírez este llegará eventualmente. De hecho, ya es famoso el gusto de algunos colombianos por las hormigas culonas santandereanas, que según varios de sus consumidores, saben a maní.
En países como Estados Unidos, México, España o China ya hay avances en criaderos de insectos; incluso allí existen empresas que ya utilizan harina de insectos pulverizados para alimentar peces.
Pero no todo el mundo está de acuerdo con esta campaña. Carlos Ballesteros, profesor del comportamiento del consumidor y coordinador del grupo de investigación del consumidor y su entorno en España, expuso su descontento al respecto en un blog que publica en un medio de ese país: “No creo que la solución que ustedes proponen (FAO) para acabar con el hambre mediante recetas a base de insectos vaya más allá de una ocurrencia”.
Para este experto, la práctica de la entomofagia podría convertirse en una industria que terminaría empeorando las cosas: “El hambre en el mundo es algo muy serio, que pasa por denunciar los intereses económicos que hay detrás de la comida. Convertir insectos en manjares no es sino abrir las puertas a unas pocas multinacionales para que se hagan con el mercado”, asegura Ballesteros.
Impacto económico
En zonas rurales de los países en vías de desarrollo la recolección de insectos podría convertirse en un ingreso para los hogares más pobres, como ya sucede en el sur de Asia. El hombre suele salir a buscar los insectos y después de recolectar una buena cantidad con herramientas artesanales, como una red grande, regresa a casa para que la mujer se encargue de procesarlos (cocinarlos) y venderlos en la plaza de mercado más cercana a su localidad. Receta: Saltamontes, huevos de hormigas y larvas, una receta gourmet
Criar estos animales también es una opción de trabajo para las familias de escasos recursos. Los insectos se reproducen con gran velocidad y no es caro mantenerlos, pues se alimentan de residuos biológicos y consumen poca agua, a diferencia del ganado, que genera un fuerte impacto ambiental por los gases invernadero que se derivan de su cuidado, debido a su alto consumo de alimentos y agua, por citar algunos factores.
La verdad, según las diferentes dependencias de la ONU, es que “hay más personas con hambre en el mundo que la suma de las poblaciones de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea”.
Precisamente la FAO viene trabajando desde el 2003 en este proceso y en el acompañamiento de los países en cría de insectos, temas educativos, comunicaciones, investigaciones, y hasta con chefs de talla mundial, pues admiten que esto no es de un día para el otro.
Ocho de cada diez animales son insectos y la tercera parte de esta cifra son comestibles. El desafío para introducirlos en las mesas, sobre todo de los occidentales, no será tarea fácil, como afirman los expertos. Galería: Un festival de cocina donde los insectos son el ingrediente estrella
Pero en los lugares del mundo que ya aceptaron a las orugas, grillos, moscas y demás variedades existen varios retos que enfrentar, como mejorar las tecnologías de producción, desarrollar tablas de nutrición en cada país, investigar las posibles alergias que puedan generar la ingesta, leyes sobre la regulación del consumo y sobre todo la educación del consumo de estos seres que habitan el planeta Tierra hace 350 millones de años.