Con un movimiento en las manos, el estadounidense Eric Pearl trabaja la sanación reconectiva.
Sus dedos se mueven como los de un
acordeonero. Con ritmo pausado, hace círculos alrededor de la mano de un
curioso. Sin explicación, la mano reacciona de forma involuntaria,
respondiendo a un reflejo. Debajo de la piel, la sensación es de bombeo
permanente. De calor.
Es parte de un ejercicio práctico de sanación
reconectiva. El estadounidense Eric Pearl es quien lo realiza. Creció
cerca de Filadelfia pensando que vivía una vida normal. Luego dejó a su
familia con la idea de irse lo más lejos posible. Así, llegó a
California, donde se hizo quiropráctico.
Tras 12 años de ejercicio, algo cambió. “Me
fui a la cama como todos los días y luego de una hora de repente un
brillo de luz fuerte me despertó. Fue la lámpara de mi mesa de noche que
se encendió. Tenía esa lámpara hacía 10 años y nunca se había prendido
sola”, dice.
Pensó que había sido un salto en la energía eléctrica.
“Cuando llegué a mi consultorio, mis pacientes
empezaron a tener respuestas inusuales sobre lo que yo les hacía
–dice–. Cuando pasaba mis manos cerca de sus cuerpos tenían movimientos
involuntarios. Cuando abrían los ojos me decían que veían colores como
nunca antes, que olían flores y empezaron a curarse de sus males.
Algunos se paraban de sus sillas de ruedas. A otros, sus problemas de
visión se les desaparecían. Incluso, niños que padecían epilepsia
superaban esos episodios. Asegura que enfermedades como cáncer, artritis
y parálisis cerebral se han curado con la sanación reconectiva.
Pearl admite que no es algo fácil de creer.
Escépticos lo han bombardeado con críticas. Uno de ellos, el doctor
James H. Thomas, del departamento de Genética de la Universidad de
Washington. Citado en un artículo de The New York Times, Thomas dijo
tras revisar el sitio web de Pearl que se trataba de un “charlatán o un
delirante”.
Lo cierto es que desde 1993 Pearl empezó a
practicar su forma de sanación. De pie, junto a los pacientes, moviendo
las manos, siempre sin llegar tocar directamente la piel de la persona.
Desde el 2000 enseña su técnica y en casi 15 años ha llegado a 70.000
personas en 70 países, entre ellos Colombia, donde estuvo en días
pasados por Bogotá, Cali y Medellín.
¿Cómo surgió la sanación reconectiva?
En el 2000 lo dejé del todo. Fue difícil, pero
sabía que tenía que enseñar. Me pregunté cuál podría ser el peor
escenario. Uno era continuar con este trabajo, llegar a viejo y morir
habiendo compartido lo que sabía con muchas personas.
Lo otro era morir y
saber que me habían dado ese don para cambiar las conciencias y ayudar a
sanar y nunca lo hice por miedo. Era una respuesta con la que no podía
vivir. Si cometo un error es porque trabajo con honestidad. Sé
que mi
propósito acá es el de ayudar a otros.
Hay mucho escéptico que no cree en lo que usted hace…
Mucha gente me pregunta cómo lo manejo con
tanto escéptico. Mi respuesta es que cuando vienes con tu escepticismo a
nadie más le importa. Lo único que puedes hacer es compartir la verdad
de tu propia experiencia y dejarlo en la inteligencia de ese ser humano
para que exceptúe de ella lo que quiera. Cuando mis pacientes empezaron a
curarse recibí llamadas de médicos para preguntarme qué había hecho
porque exámenes de laboratorio demostraban que superaban cánceres, que
ya no necesitaban medicamentos.
¿Le incomoda que le cuestionen que no tiene una explicación de cómo ocurre?
No me incomoda porque al niño que puede
caminar tranquilo y que deja de sufrir epilepsia no le importa cómo se
sanó. A la mamá de ese niño tampoco le interesa. Lo que más me gusta de
todo lo que hace la ciencia sobre esto no son los resultados sino el
saber que es un tema que se está estudiando. Es un tema real.
Usted dice que hay estudios que certifican lo que hace...
Al menos seis estudios han demostrado que la
sanación reconectiva reestructura nuestro ADN. Tenemos computadores,
cajas que no funcionan si no se instala un software que las haga
operativas. Qué pasa si nuestro cerebro es el computador y el ADN es
nuestro software. Lo que dicen los científicos es que la sanación
reconectiva es un software humano que se actualiza instantáneamente y
nos otorga muchas ventajas. Esa es la teoría, la parte simple. Pero es
hora de que tomemos la sanación en nuestras manos.
Pero ¿es algo que se puede garantizar?
Hay que entender que nada funciona ciento por
ciento ni para todas las personas. La medicina no lo hace y por supuesto
que esto tampoco. Pero al igual que la medicina, esto funciona para un
grupo significativo en un amplio número de casos. Hay al menos dos
decenas de estudios científicos que confirman la sanación reconectiva,
porque tiende a ser instantánea, comprensiva y para toda la vida. No
sabemos cómo está funcionando, pero lo hace. La gente empezó a
preguntarme qué era lo que hacía y les decía que nada. Pero empezó a
despertar el interés en muchos lugares del mundo y me pidieron que lo
enseñara. No sabía cómo hacerlo, pues era poner mis manos en el aire,
luego moverlas y las cosas pasaban.
¿La sanación reconectiva tiene algo que ver con fe o religión?
Me quedó siempre esa pregunta de qué estaba
pasando. No era algo que había preparado ni estudiado. Nada planeado. No
era algo que tuviera que ver con fe, esperanza, creencia, hipnosis.
Solo pasó. Sabía que estaba parado en frente de algo más grande de lo
que había experimentado en mi vida y tenía dos opciones: asustarme o
entrar en la emoción. Negarlo o no necesariamente creer en ello y estar
dispuesto a explorarlo.
¿Qué sienten las personas a las que se les practica la sanación reconectiva?
Siente cómo los dedos tienen movimientos
inconscientes. Los científicos explican que esto ocurre porque el nivel
de energía es una demostración de que el cuerpo cambia al sentir estas
frecuencias por primera vez hasta que los tejidos se acostumbran. La
sensación se hace más fuerte cuando me alejo, aunque sabemos que debería
ser al contrario. Pero se vuelve más fuerte porque no es solo energía.
¿Se necesita todos los días?
No. No es una adicción ni algo de lo que se
deba depender. Cuando enseñamos la reconexión, las personas solo
necesitan una, dos o tres sesiones y las dejamos ir. Si quieren venir de
nuevo a los seis meses, al año, está bien. Pero no nos hagamos
dependientes. Veamos qué sentimos un tiempo después.
¿Cómo saber que se necesita la sanación?
Cuando algo por dentro te dice que puedes ser
más. Ese es un indicador de que se necesita una reconexión. La sanación
es nuestra evolución. Creo que hoy la humanidad está en la etapa hacia
una evolución. Si hablas con la gente, si se comparten experiencias se
encuentra que somos parte de algo más grande.
El objetivo entonces es lograr un balance de las energías…
Creo que la sanación no es solo un tema de
diagnóstico, sino que tiene que ver con el balance. Mantenerlo en un
nivel físico, emocional, espiritual, mental y eso cambia nuestra forma
de relacionarnos, nuestras carreras y brinda balance a nuestras
ciudades, a nuestros países y eso tiene un impacto.
En sus visitas a Colombia, ¿cómo ha sentido nuestra energía?
No tengo muchas vacaciones, pero en los
últimos tres años he sacado un espacio de unos seis días y he venido a
Colombia. Hay algo en la energía de la gente de acá que me llama la
atención. La música es buenísima, la comida es deliciosa, la gente es
grandiosa, pero hay algo importante aquí y por la belleza de este país
hay polos opuestos. Polaridad.
¿De qué habla en sus seminarios?
Traemos voluntarios del público que pueden
tener enfermedades o discapacidades y damos demostraciones de
sanaciones. Ahí vemos la realidad, somos testigos y eso nos hace ir más
allá hasta aprender a curar. También trabajamos algo más personalizado
con quienes quieren compartir esto en sus vidas, con la familia, los
amigos. La idea es volverlos profesionales.
¿Quiénes lo pueden aprender?
Muchos trabajamos y nos sentimos conformes,
pero perdemos el entusiasmo en nuestras vidas. Acá tenemos una
oportunidad para aprender algo que mueve nuestro corazón, que nos
permite llegar a la gente y sanarla. Nos permite cambiar vidas todos los
días. Esto lo puede aprender cualquier persona. Lo he enseñado en
hospitales, en universidades, a médicos, hablé en las Naciones
Unidas,
también con gobiernos. Todos merecen una oportunidad para que conozcan
cómo funciona y lo compartan. Enseñamos en nuestros seminarios a
personas entre 7 y 97 años. No tenemos que enviar la sanación a ningún
lado, tenemos que convertirnos en ella. No tenemos que aprender técnicas
complejas o rituales o cosas con base en los miedos que dicen que
debemos protegernos. Solamente aprendemos a ser esa cura con la simple
interacción entre uno y otro.
NICOLÁS CONGOTE GUTIÉRREZ
Redactor de EL TIEMPO
Redactor de EL TIEMPO