El cerebro funciona con energía bioquímica y si sabemos cómo
funciona, podremos sacarle más partido.
Pero al igual que cualquier otro
músculo de nuestro cuerpo, necesitamos entrenarlo y esto solo se logra con una
“dieta mental”, compuesta por distintas actividades, que no siempre incluimos
en nuestro día a día. David Rock, fundador del Neuroleadership Institute, junto
con Daniel J. Siegel, describen lo qué tenemos que hacer para lograrlo y para
ello, se basan en el ingrediente esencial de nuestra mente: las ondas
cerebrales. Veámoslas antes de pasar a nuestra dieta.
Las ondas cerebrales son el resultado de los movimientos
vibratorios de nuestro cerebro que se generan con las distintas actividades que
realizamos. Uno de los primeros investigadores en analizarlas fue Hans Berger,
allá por la década de 1920, gracias al famoso aparato que inventó, el
encefalograma, y que dio pie a la actual clasificación que conocemos basadas en
el alfabeto griego:
Ondas beta o los estados de alerta: Es la frecuencia en la
que nos encontramos habitualmente. Oscilan entre 13 y 28 hz (vibraciones por
segundo) y se registran cuando estamos en plena actividad mental, es decir,
cuando trabajamos, conducimos o vamos a cruzar una calle. Los sentidos están
volcados hacia el exterior analizando acontecimientos externos y es entonces
cuando pueden aparecer emociones como enfado, estrés o temor.
Ondas alfa o la relajación: Tienen una frecuencia mucho
menor que la anterior, de 8 a 12 vibraciones por segundo, y se activan con
actividades o con pensamientos que nos hacen sentirnos relajados y despreocupados.
Podemos conseguirlas a través de un masaje, un baño caliente en el que hemos
“desconectado” de nuestros problemas, con recuerdos muy agradables u optimistas
o bien antes de dormir, siempre y cuando no estamos dándole demasiadas vueltas
a la cabeza.
Ondas Gamma o la lucidez mental: Cuando estamos ocurrentes y
muy creativos estamos vibrando en una frecuencia de 40 a 100 hz. Son los
momentos de extrema atención y concentración, incitan a la intuición, la
creatividad, el sentido del humor original y son la piedra filosofal de nuestro
cerebro para tener buenas ideas. Desgraciadamente, son poco habituales en
nuestro día a día, en especial, cuando estamos en estados máximo de alerta o en
ondas beta. Además, sólo somos capaces de acceder a las gamma si previamente
hemos tenido momentos de tranquilidad.
Ondas theta o los estados de vigilia: Se activan cuando
dormimos o cuando tenemos práctica de meditación profunda. Su frecuencia es aún
menor, de 4 a 7 hz. Producen un alineamiento entre los hemisferios y son la base
para la creatividad, la imaginación o el aprendizaje. La práctica de la
meditación o de la relajación profunda ayuda a activarlas, de ahí que sean tan
beneficiosas a pesar que nos cueste tanto producirlas.
Ondas delta o el estado hipnótico: La frecuencia es la menor
de todas, de 1 a 3 hz, y surgen en el sueño profundo o en estados de trance.
Ayudan a reafirmar el sistema inmunológico, por eso es tan importante para
nuestro cerebro dormir bien y descansar, como veremos más adelante.
Pues bien, si las ondas descritas las asimilamos a los
ingredientes de nuestro cerebro, Rock y Siegel proponen una dieta que nos ayuda
a tener un cerebro mucho más pleno. La han denominado “la bandeja de la mente
saludable” y consta de siete actividades que hemos de realizar con frecuencia.
Marta Romo la ha rebautizado como la agenda arco iris, que ha de convivir con
nuestra agenda diaria para ser más creativos y desarrollar nuestro talento.
Veamos qué tendría que incluir nuestra dieta:
Dormir, lo que refresca la mente, el cuerpo y consolida la
memoria. Potencia las ondas delta y asienta piezas de información que hemos ido
aprendiendo durante el día. No es de extrañar que cuando nos levantamos nos
vengan respuestas a problemas que antes de acostarnos no teníamos solución.
Simplemente, el sueño ha hecho su trabajo. ¿Y cuánto hemos de dormir? Aunque
habitualmente se piense que lo normal son ocho horas diarias, Rock y Siegel
aseguran que depende de cada persona. Así pues, cada uno ha de saber cuánto
tiempo es el adecuado para que su cuerpo y mente estén a pleno rendimiento. Por
cierto, Albert Einstein dormía normalmente 10 horas diarias excepto en el caso
de que estuviera trabajando en ideas que consideraba importantes, en ese caso
dormía 11.
Jugar, para experimentar con la vida: hace unos días
hablamos de la importancia del juego, importancia que reafirma la neurociencia.
Gracias al juego, somos más flexibles en nuestras emociones y podemos ser más
creativos. Potencia la atención en la medida en que cuando jugamos generamos
ondas gamma, las más codiciadas. Esta es la explicación científica de por qué
somos más permeables al aprendizaje cuando disfrutamos con lo que hacemos.
Nuestras frecuencia de ondas contribuyen a ello.
No hacer: es posible que sea una de las más nos cuesta. No
significa placer, sino tiempo para no focalizarse en nada en concreto, como
cuando estamos en un avión y nuestra mente fluye sin objetivo específico u
oímos música sin reparar ni en la letra. Son momentos en los que se generan las
ondas theta y delta que nos ayudan a que luego seamos más eficaces en alcanzar
un objetivo. Por ello, a veces, antes de ponernos con una tarea compleja, es
recomendable “perder” el tiempo haciendo otras cosas sin importancia. Es un
preámbulo necesario para encontrar una solución.
Desarrollar la introspección o vivir en el momento presente:
son momentos en los que potenciamos las ondas alfa, gamma y theta y a los que
accedemos a través de actividades como son dar un paseo en plena naturaleza,
escuchar una música tranquila o realizar algún tipo de meditación o relajación
sin juicio. Ayuda a rebajar el estrés y reduce la presión arterial y la tensión
muscular. De algún modo, es un actividad antesala para ser mucho más eficaces
en nuestro trabajo.
Conectar con los otros: es el tiempo dedicado a construir
relaciones saludables, en las que disfrutemos de la compañía, de una buena
conversación o de mantener un satisfactorio contacto físico. En alguna ocasión
hemos hablado de la necesidad de la amistad como elemento que nos aumenta la
esperanza de vida. Gracias a la conexión con otras personas somos capaces,
además, de mejorar nuestro sistema endocrino, cardiovascular e inmunitario. Y
dependiendo del tipo de contacto generamos unas ondas u otras.
Hacer ejercicio físico: Todos sabemos que necesitamos hacer
deporte para sentirnos sanos, pero lo que ha demostrado la neurociencia es que
el ejercicio físico nos ayuda también a que nuestro cerebro sea más plástico
para el aprendizaje y la creatividad. Potencia además las actividades
neuronales que le protegen del envejecimiento o de cualquier otro daño que
podamos hacerle. La variedad en el ejercicio es amplia: desde el deporte hasta
caminar, bailar, senderismo… en definitiva, movimiento que potencia las ondas
gamma y beta.
Focalizarse en objetivos: es el tiempo que dedicamos a
realizar tareas para ser eficientes. La tecnología nos ha ayudado a que
encontremos cualquier momento a lo largo de un día para resolver problemas,
emails, llamadas… sin embargo, para focalizarnos en las tareas de un modo más
eficiente es recomendable que nos centremos en alguna, que no caigamos en la
multitarea, que nos roba tiempo y energía. Como es de suponer, este tipo de
actividad refuerza las onda beta.
Pues bien, de acuerdo con la neurociencia si queremos ser
más eficaces y creativos debemos incluir una serie de actividades que musculen
nuestro cerebro, como las del descanso, la reflexión o el contacto con amigos.
En la medida que olvidemos a alguna de las anteriores, nuestro querido cerebro
se sentirá cojo de alguno de los ingredientes que le permiten estar a pleno
rendimiento.
Recetas
Toma tu agenda de las últimas semanas e identifica de la
relación de actividades anteriores en cuáles te has centrado más y cuáles has
dejado un poco de lado.
Reflexiona si tienes posibilidad, medios o personas para
poder realizar todas y cada una de las siete actividades de la agenda arcoíris,
como dice Marta Romo.
Define un plan de acción en aquellas que sientes que están
un poco más aparcadas.
Fórmula
El cerebro funciona con la energía. En la medida que lo
alimentemos con las siete actividades fundamentales podremos estar a pleno
rendimiento.