En no pocas ocasiones me he sorprendido a mí mismo quejándome demasiado por cualquier cosa. Y no me deja una buena sensación.
Lo peor es que en muchas oportunidades no me doy cuenta hasta que esa sensación es muy evidente.
Sin embargo, hay otros momentos cuando me hago consciente de este comportamiento, y me causa gracia.
A veces, hay algo jocoso en lo absurdo que resulta quejarse, y reírse de la situación es una buena forma de eliminar toda esa energía negativa.
Una característica muy particular de la queja, es que necesitamos de otros para retroalimentarnos y hacer que todo el panorama luzca peor. En otras palabras, “A la miseria le gusta la compañía”. Lo peligroso de esto es que lentamente vamos reforzando una realidad donde nos sentimos víctimas de las circunstancias, y esperamos que “alguien haga algo” para mejorar las cosas.
El efecto inmediato es que perdemos nuestro poder. Inconscientemente vamos reduciendo el espectro de posibilidades que podemos visualizar y, en caso de que estemos expuestos demasiado tiempo a las personas que se quejan constantemente, sentimos como nos roban energía.
De hecho, mientras más tiempo pasamos escuchando las quejas de otros, aumenta la posibilidad de que nos “contagiemos”. Hay investigaciones que incluso sugieren que estar en un ambiente negativo durante más de 30 minutos diarios, literalmente daña nuestro cerebro.
Cada vez que estamos oyendo lo mal que están las cosas, activamos nuestro sistema límbico, liberando cortisol (conocido también como la “hormona del stress”), empeorando nuestro estado general de salud. Es así como nuestra calidad de vida realmente puede deteriorarse cuando nuestra forma principal de relacionarnos con el resto es mediante la queja.
7 días puede parecer una meta modesta, pero para mí era un comienzo, y eso es lo importante. Así que apunté en mi calendario la fecha de inicio y la fecha de término, evaluando al final de cada día si es que se había cumplido el objetivo.
Rápidamente me percaté de que es bastante difícil no quejarse. Las quejas no siempre tienen que ver con grandes problemáticas políticas, dilemas existenciales, o sociales. Las quejas sobre pequeñas dificultades de la vida cotidiana pueden ocupar una parte importante de la vida.
Pero una de las cosas más significativas que pude aprender de este pequeño reto, es que no es tan trascendental el estar atento para reprimir las quejas, sino que más valioso es hacerse consciente del momento en que empezamos a quejarnos. El simple hecho de ser conscientes hace que tengamos la capacidad de detener esos viejos patrones de pensamiento tóxico.
De esa forma hice una concesión conmigo mismo: consideraría cumplido el objetivo del día dependiendo de cuan consciente fui de mis propias quejas.
Esos 7 días ya pasaron, y mi saldo fue positivo, así que decidí renovar mi “contrato” por otros 7 días.
No siempre es posible cumplir esto del todo, pero es necesario ser activos en cuanto a estar en ambientes más positivos.
No sirve de nada sentirte mal si es que te has sorprendido a ti mismo quejándote, lo importante es tener la capacidad de observar ese momento y sacar esas emociones de tu vida.
En vez de decirle a los demás lo mal que van las cosas, digamos eso mismo a alguien que esté en posición de corregir las cosas. Si por ejemplo, el servicio de TV cable funciona mal, es mucho más útil comunicarse inmediatamente con el operador de cable que dar todo un discurso de lo abusiva que son las empresas con sus clientes. Transformamos de esta manera la queja en una acción concreta. Canalizamos mejor nuestra energía.
¿Te animas a vivir 7 días libre de quejas? En mi caso, el viaje se hizo mucho más ligero!
Lo peor es que en muchas oportunidades no me doy cuenta hasta que esa sensación es muy evidente.
Sin embargo, hay otros momentos cuando me hago consciente de este comportamiento, y me causa gracia.
A veces, hay algo jocoso en lo absurdo que resulta quejarse, y reírse de la situación es una buena forma de eliminar toda esa energía negativa.
Una característica muy particular de la queja, es que necesitamos de otros para retroalimentarnos y hacer que todo el panorama luzca peor. En otras palabras, “A la miseria le gusta la compañía”. Lo peligroso de esto es que lentamente vamos reforzando una realidad donde nos sentimos víctimas de las circunstancias, y esperamos que “alguien haga algo” para mejorar las cosas.
El efecto inmediato es que perdemos nuestro poder. Inconscientemente vamos reduciendo el espectro de posibilidades que podemos visualizar y, en caso de que estemos expuestos demasiado tiempo a las personas que se quejan constantemente, sentimos como nos roban energía.
De hecho, mientras más tiempo pasamos escuchando las quejas de otros, aumenta la posibilidad de que nos “contagiemos”. Hay investigaciones que incluso sugieren que estar en un ambiente negativo durante más de 30 minutos diarios, literalmente daña nuestro cerebro.
Cada vez que estamos oyendo lo mal que están las cosas, activamos nuestro sistema límbico, liberando cortisol (conocido también como la “hormona del stress”), empeorando nuestro estado general de salud. Es así como nuestra calidad de vida realmente puede deteriorarse cuando nuestra forma principal de relacionarnos con el resto es mediante la queja.
Dejando atrás la queja
Hace poco tuve un mal día, y comencé a quejarme, como lo hace la mayor parte del mundo. Sin embargo, de pronto, tuve una especie de revelación: entendí, y más importante, pude sentir, que mis quejas no tenían ningún sentido, así que decidí dejar de quejarme por 7 días.7 días puede parecer una meta modesta, pero para mí era un comienzo, y eso es lo importante. Así que apunté en mi calendario la fecha de inicio y la fecha de término, evaluando al final de cada día si es que se había cumplido el objetivo.
Rápidamente me percaté de que es bastante difícil no quejarse. Las quejas no siempre tienen que ver con grandes problemáticas políticas, dilemas existenciales, o sociales. Las quejas sobre pequeñas dificultades de la vida cotidiana pueden ocupar una parte importante de la vida.
Pero una de las cosas más significativas que pude aprender de este pequeño reto, es que no es tan trascendental el estar atento para reprimir las quejas, sino que más valioso es hacerse consciente del momento en que empezamos a quejarnos. El simple hecho de ser conscientes hace que tengamos la capacidad de detener esos viejos patrones de pensamiento tóxico.
De esa forma hice una concesión conmigo mismo: consideraría cumplido el objetivo del día dependiendo de cuan consciente fui de mis propias quejas.
Esos 7 días ya pasaron, y mi saldo fue positivo, así que decidí renovar mi “contrato” por otros 7 días.
Algunas estrategias para cambiar el enfoque desde las quejas hacia las soluciones
“Limpiar tu espacio interior”
Esto significa, limitar la cantidad de tiempo que escuchas las quejas de otros.No siempre es posible cumplir esto del todo, pero es necesario ser activos en cuanto a estar en ambientes más positivos.
No reprimir tus pensamientos cada vez que te quejas
En realidad es una tarea demasiado extenuante estar atentos a cada uno de los pensamientos que produce nuestra mente. Es la mejor manera de disolver poco a poco este hábito.No sirve de nada sentirte mal si es que te has sorprendido a ti mismo quejándote, lo importante es tener la capacidad de observar ese momento y sacar esas emociones de tu vida.
Si tienes que quejarte, entonces hazlo de manera que eso involucre una acción hacia la solución.
Algunas personas hacen defensa de las quejas. Después de todo, no hay nada malo en hacer ver que algo está mal o no funciona bien. Sin embargo, si no estamos conforme con algo, no nos quedemos solo en las quejas. ACTUEMOS.En vez de decirle a los demás lo mal que van las cosas, digamos eso mismo a alguien que esté en posición de corregir las cosas. Si por ejemplo, el servicio de TV cable funciona mal, es mucho más útil comunicarse inmediatamente con el operador de cable que dar todo un discurso de lo abusiva que son las empresas con sus clientes. Transformamos de esta manera la queja en una acción concreta. Canalizamos mejor nuestra energía.
Tener una noción más clara de nuestro sentido de responsabilidad.
Cuando nos quejamos, estamos al mismo tiempo eludiendo nuestra responsabilidad por las cosas que no nos gustan. Es cierto que quejarse, por ejemplo, de los políticos, es tentador, porque yo no soy responsable de sus acciones. Sin embargo, sí tenemos la responsabilidad de vivir de acuerdo a nuestros valores y principios. Cuando te centras en tu propio crecimiento, las quejas no tienen espacio en tu vida.¿Te animas a vivir 7 días libre de quejas? En mi caso, el viaje se hizo mucho más ligero!