Lo más valioso de la cebolla, además de
sus nutrientes, son sus fitoquímicos. Estas sustancias tienen efectos
preventivos y curativos.
Todas las cebollas tienen compuestos
sulfurados, pero las rojas y las amarillas contienen cantidades
importantes de quercetina, con gran poder antioxidante,
antiinflamatorio, antimicrobiano y anticancerígeno que, además, no se
destruye al cocer.
Las personas que consumen más pigmentos
vegetales, responsables de los colores, padecen menos infartos de
miocardio, debido a que sus compuestos realizaban una acción
antitrombótica.
El consumo de cebolla reduce el riesgo
de cáncer de estomago al estimularse la producción de enzimas que
desactivan las sustancias cancerígenas.
También tiene efectos antiinflamatorios
para la artritis reumatoide y previene la osteoporosis. Su efecto
antiasmático se atribuye en parte a la acción antiinflamatoria de la
quercetina. La cebolla debe ser incluida definitivamente en nuestra
alimentación.
Posee una potente acción contra los
reumatismos de manera similar al ajo, al disolver el ácido úrico
responsable de la enfermedad de la gota que afecta a los riñones y las
articulaciones.
Actúa contra las infecciones gracias a sus sales de sosa y su potasa que alcalinizan la sangre.
En homeopatía es utilizada para el tratamiento de las inflamaciones de los ojos y de las vías respiratorias superiores.
Además la cebolla es un alimento barato de producir.
Durante las épocas de carestía la extrema pobreza llevaba a la gente a mantenerse con "pan y cebolla".