“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual” M. Unamuno
“La envidia es aquel
sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no
poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades
superiores u otra clase de cosas.[ ] La RAE ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee[.”
La envidia según la real academia de la
lengua es definida como el deseo de tener lo ajeno, de atesorar lo que
otro tiene y ante la frustración de no tener eso que se desea emerge un
sentimiento de dañar a la persona que si tiene ese don, cualidad o
bienes materiales.
Si la naturaleza de ser humano puede ser
mediocre y ruin es sólo bajo la influencia de este sentimiento que yace
en el fondo de nuestra propia sombra. La envidia, tanto para el que la
siente hacia otras personas, como para el que es víctima de ella, es una
realidad incomoda y muy dolorosa.
Estamos en el útero de nuestra madre vivimos en un confortable hotel de 5 estrellas, todas nuestras necesidades son cubiertas, no necesitamos nada más, en ese estadio primordial nos sentimos completos, enteros, pero cuando nacemos y entramos en contacto con los otros, nuestra mente comienza a elaborar la realidad en base a lo que vive en esa primer escenario que es el entorno familiar para más tarde adentrarse en la escuela, mundo laboral, relaciones personales, etc.
La envidia procede de la comparación con
el otro y ésta surge en forma de “príncipe destronado” cuando dejamos
de ser el hijo mayor para recibir un hermanito, cuando sentimos celos de
los hermanos o los padres, cuando sentimos que no nos dan el amor y
cariño que creemos necesitamos.
Cuando somos reforzados con mensajes de
desvalorización minando así una baja autoestima. No nacemos envidiosos,
el envidioso se crea bajo los hilos sutiles del maltrato y la
infravaloración del entorno (padres, maestros, educadores, hermanos,
amigos, colegas….) creándose así un sistema de creencias en el individuo
que le hace sentir “menos” que el resto. Pero esta realidad es tan
dolorosa que la tapamos y para no sentir esa desazón interna, en su
lugar proyectamos nuestras miserias sobre los éxitos ajenos.
Los odios y rencores más ácidos se dan
en primera instancia en el entorno familiar, es ahí donde nos
configuramos una primera idea (“falsa”) de lo que somos. Falsa porque no
es real, pero para nosotros se convierte en una realidad porque no
tenemos nada con que compararla.
Cuando nuestros padres conscientemente e
inocentemente nos comparaban con los hermanos o con la vecina, cuando
oíamos: “mira tu hermano que bien hace esto” “Fulanito es más listo que
tu”…. es ahí dónde la semilla de la envidia comienza a brotar. ¿Quién no
ha tenido un hermano-a brillantes que sacaban muy buenas notas, o un
hermano-a más agraciado físicamente que tú?, ¿Quién no se ha sentido
inferior a otro en algún momento de su vida? Si de comparaciones se
trata, todos nos sentiremos menos que otros principalmente porque nadie
somos perfectos y es realmente imposible ser el “mejor” en todo.
Con el aspecto físico por ejemplo los
cánones de belleza “irreal” con los que somos bombardeados a diario por
los medios de comunicación también contribuyen a que nos sintamos poco
bellos o atractivos, en este sentido para muchas niñas y adolescentes la
anorexia y la bulimia serían la respuesta inconsciente a la frustración
y el rechazo que nos produce no estar a la altura de las “Barby Girls”
que nos muestran. Por eso es importantísimo que las primeras educadoras
que son las madres sepan transmitir a sus hijos valores de confianza y
aceptación de uno mismo.
- la persona que siente envidia su inseguridad es tan grande que le impide ver en una dimensión real sus propios dones y valores. Todos los tenemos, es nuestra misión de vida encontrarlos.
La forma de dañar a la persona envidiada
varía según el individuo, pero puede ir desde un “inocente” mal
pensamiento hacia la persona envidiada hasta incluso cosas peores, un
ejemplo de envidia llevada al extremo pudiera ser la que sintiera el
músico y compositor Antonio Salieri hacia el “architalentoso” Mozart. En
la película Wolfgang Amadeus Mozart se representa la naturaleza dañina
del individuo envidioso.
También en la biblia se hace alusión a
la envidia en la que es catalogada por el catolicismo como un “pecado
capital”. Esto se refleja en el mito de Abel y Caín que según la
Biblia, Adán y Eva concibieron a Caín después de ser desterrados del
Paraíso por Dios debido a que habían desobedecido su orden de no comer
del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.
Después de Caín, concibieron a otro
varón, su hermano Abel. Caín se dedicó a la agricultura, mientras que su
hermano menor al pastoreo. Según el relato bíblico estos hermanos
presentaron sus sacrificios a Dios en sus respectivos altares; al
verlos, Dios prefirió el sacrificio de Abel (de los primogénitos de sus
ovejas) que el de Caín (del fruto de la tierra), quien enloqueció de
celos y mató a su hermano.
Figuras literarias como Unamuno reflejan este mal tan común. Miguel de Unamuno en su obra Abel Sánchez (1917), refleja en esta historia la desdicha que Miguel de Montenegro siente hacia Abel Sánchez.
El envidioso es en definitiva una
persona mediocre para consigo misma, una persona que no es capaz de ver
sus propios valores y talentos, una persona que no se quiere a sí misma,
es tal su inseguridad y le angustia tanto este sentimiento, que
necesita proyectar esa frustración y dolor hacia fuera, hacia todo aquel
que haga, tenga o realice algo que a ese individuo le gustaría, hacer,
tener o poseer. Para el envidioso sería muy bueno que empleara esa
maravillosa energía que proyecta a otros y la reutilizara para vivir la
vida que él quiere.
Para la persona que es víctima de
envidias el sentimiento que emerge es el de culpa, siente que hace algo
mal, o que al ser como es, con sus virtudes y talentos, produce molestia
e indignación a los otros. Este sentimiento está lleno de mucho dolor e
incomprensión.
El hombre es un ser social y necesita a
un nivel muy inconsciente ser aceptado por el resto, la persona
talentosa tiene miedo a mostrarse porque si se pone de manifiesto siente
que es rechazado por ello. Uno de los miedos más profundos que tienen
las personas es poder manifestarse tal cual son por miedo a herir a
otros, por miedo a ser apartado.
Desde el punto de vista arquetípico
tanto la envidia como los celos provienen de una parte de nuestra psique
que hace referencia a nuestro lado más negativo y destructivo: El Arquetipo de la Madre Terrible o Castradora.
El caldo de cultivo de esta parte de
nuestra psique es todo el sistema de creencias que nos hace sentir
separados de resto, que nos juzga y condena, que nos susurra al oído
todo aquello que nos hace sentir inferiores, poco validos…., etc. En
psicoterapia lo llamamos nuestro “saboteador interno”. Pero ¿cómo se
configuró este personaje dentro de nosotros?
Como puntualizamos anteriormente, al
vivir en sociedad, en grupo, entramos en contacto con el inconsciente
colectivo, este está plagado de valores, de falsas creencias, cánones y
status que debemos ostentar para ser “bien vistos” por el resto. El
envidioso quiere obtener lo que el otro tiene y no tiene escrúpulos en
alegrarse si a su adversario le va mal, en hacerle daño, etc. La victima
de envidias tiene miedo “al qué dirán” a la crítica y a la condena.
Y si, es verdad, nuestra sombra, el
inconsciente, nos hace pasar malas pasadas, nos hace sufrir de forma
bilateral cuando este sentimiento vil entra en escena, todos sufren,
tanto el envidioso como el envidiado.
Si eres una persona “envidiosa” y tienes
la humildad de reconocerlo, solo tienes que darte cuenta que detrás de
ese sentimiento hay una terrible inseguridad y dolor no sanados, detrás
de ese sentimiento hacia otras personas seguramente yace un niño muy
herido que no fue reforzado en sus cualidades cuando era pequeño,
alguien que tuvo que luchar muy duro para conseguir el amor y la
aprobación de sus padres o entorno, y que quizás, no obtuvo esa
valoración. Si este es tu caso, puedes emprender un camino de conquista
de ti mismo y de tus propias virtudes. Si no puedes hacerlo solo pide
ayuda a un buen profesional para que puedas sanar tu psique, tu alma. De
nada te servirá seguir negando tu sombra, pues es la negación y la
represión de la misma, la que nos encadena a un camino de dolor y
frustración sin retorno.
- psiquiatra y psicoterapueta Dr. Saúl F. Salischiker afirma acerca de la envidia:
"Cuando una persona se obsesiona y
deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este caso en la vida
de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por
cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de
inferioridad, te muestra que estás tratando con una persona
psiquiátricamente enferma”.
Si por el contrario eres victima de
envidias solo tienes que darte cuenta de una cosa, mientras piensas en
lo que los demás pueden pensar de ti, no estás haciendo lo que tú debes
hacer, ser tu mismo. Cuando no haces algo por miedo a los otros estas
dejando de vivir tu vida. Es doloroso perder amistades o familiares pero
la influencia de estas personas en tu vida no podrá traerte nada bueno.
Atrévete a mostrar al mundo tus dones y
talentos porque si los tienes es para ofrecerlos, seguro que mucha gente
sufrirá por tus éxitos, pero tienes que aprender a vivir con ello, pues
de lo contrario, te limitas por miedo. Cuando estás por encima de ello y
te amas a ti mismo nadie podrá hacerte daño.
Parte de nuestro proceso de madurez
radica en aceptar, cuanto antes, que va a ser imposible que todo el
mundo te quiera, aprecie y valore. Ese valor y amor ha de provenir de ti
mismo.
La libertad se alcanza superándote cada
día, conquistándote a ti mismo, venciendo tus limitaciones, liberando
las falsas creencias aceptándote y amándote tal y como eres.
El mundo te necesita, vive tu vida sin miedo… ¡salta!