Una hortaliza muy sencilla de cultivar, que nos aporta el frescor que necesitamos en verano.
Entre los cultivos claramente veraniegos, quizás el refrescante pepino sea uno de los más representativos. Algunos de mis recuerdos estivales de infancia están asociados con el deleite de cosechar un pepino directamente de la mata, pelarlo en el huerto, partirlo en dos, echarle un chorrito de aceite de oliva y una pizca de sal, y comerlo tal cual, un fresco y delicioso bocadillo de pepino.
No me sorprende por eso que el emperador Tiberio fuera tan amante de los pepinos que quisiera comerlos todos los días del año y de que fuera el impulsor de los primeros huertos móviles –montados en carretas–, que le seguían junto con las legiones romanas en sus campañas bélicas. Es más, como los pepinos no soportan las bajas temperaturas, sus jardineros llegaron a construir invernaderos de cristal –incluso sobre las carretas– a fin de que pudiera deleitarse con los pepinos no sólo en pleno verano, sino también durante los fríos meses de invierno.
Técnicas de cultivo
El cultivo es relativamente sencillo, si tenemos la precaución de ofrecerles un espacio bien expuesto y soleado, ya que como el resto de cucurbitáceas, se desarrollan mal con bajas temperaturas y no soporta las heladas. Cuando las temperaturas bajan de los 17°C por la noche, las matas de pepinos se resienten y tienen problemas de desarrollo. En la mayoría de regiones de mayo a finales de septiembre podemos cultivarlos sin problemas.
Les gustan las tierras frescas, mullidas y ricas en humus. Si deseamos cultivar matas exuberantes y cosechar abundantes pepinos, en cada hoyo donde los plantemos –o donde sembramos las semillas–, dispondremos un par de paladas de compost maduro (muy descompuesto) y, tras la nascencia –o cuando esté rebrotando tras el trasplante–, esparciremos sobre la tierra de tres a cinco kilos por metro cuadrado de compost a medio descomponer.
El riego localizado por goteo, unido a un buen programador de riego, permitirá mantener la adecuada y regular hidratación de la tierra y de las plantas de pepino que, dadas las grandes y anchas hojas que tienen, sufren mucho con el calor y la escasez de agua o el distanciamiento entre los riegos.
Algunos horticultores suelen podar las terminaciones de los tallos principales para forzar el desarrollo más rápido de los pepinos, aunque no es en absoluto necesario, ya que su desarrollo y engrose ralentiza el desarrollo de los nuevos brotes y, al final, se autorregula solo. De todos modos, en las zonas frías puede ir bien la poda de todos los tallos a partir de mediados o finales de septiembre (aproximadamente un mes antes de las primeras heladas).
El marco de plantación es de 60 a 90 por 90 a 100 cm, ya que es una planta que ocupa mucho espacio. Si tuviéramos un espacio reducido o nuestro huerto estuviera en una zona húmeda, podemos cultivarlos entutorados en cañas o celosías, ya que se comporta como una enredadera.
Aunque el pepino es una planta exigente en nutrientes y espacio, puede cultivarse asociada a otras plantas típicas de verano como tomates, pimientos o berenjenas, y especialmente le gusta la cercanía del maíz y las judías.
En las zonas más calurosas, el acolchado de paja o restos orgánicos es la mejor forma de proteger el compost y la tierra de la destructiva radiación solar (rayos ultravioleta) al tiempo que dificulta la deshidratación de la tierra –ahorrándonos riegos–, y su sombra impide la nascencia de hierbas competidoras, lo que evita labores de desherbado.
Posibles problemas
Cosechar en su mejor momento
Para su consumo fresco en ensaladas conviene que no los dejemos engrosar excesivamente ni dejar que se pongan amarillos, ya que propicia el desarrollo de las semillas y en dicho estado la planta bloquea el cuajado de nuevas flores y el desarrollo de nuevos pepinos, además de que se vuelven más amargos, fibrosos y poco apetecibles.