La investigación científica muestra que las mujeres mayores también son sexualmente activas, lo cual permite entrever un latente deseo libidinal en las personas de la tercera edad.
Durante siglos, el sexo ha sido
considerado como una actividad pecaminosa (cuando su objetivo no es
procrear) por diferentes grupos sociales, quienes trataron de reprimir
esta energía latente en el ser humano. No obstante, diferentes pruebas
científicas han demostrado que los hombres y las mujeres somos
biológicamente propensos a ser sexualmente activos por necesidad
primaria tanto física como psicológica. Y por lo tanto, como la teoría
freudiana sostiene, esta energía sexual (la libido) permite alcanzar
diferentes metas personales y profesionales a lo largo de la vida del
individuo, a través de la satisfacción de pulsiones que brotan
intermitente y agobiantemente en nuestra psique.
La teoría dicta que esta energía fluye
constantemente a lo largo de la vida de un individuo: desde el
nacimiento hasta la senectud. Desgraciadamente, en nuestra sociedad se
mantiene predominante la actividad de la juventud y adultez, ignorando
las experiencias libidinales de niños y de adultos mayores. Por esta
razón, la Universidad de Pittsburgh reclutó a 602 mujeres, entre 40 y 65
años, para estudiar la presencia y la importancia del sexo en su vida
durante la menopausia.
“En contraste con lo esperado,
encontramos que la mayoría de las mujeres de mediana edad continúan
siendo sexualmente activas”, dijo la Dra. Holly Thomas, autora del
estudio, al Independent.
Esto quiere decir que, los resultados desvanecen los fundamentos de una
falsa percepción poblacional: mientras más longeva sea la mujer,
sexualmente será menos activa.
Para aplicar el estudio, los
investigadores utilizaron el Índice de Función Sexual Femenina (FSFI,
por sus siglas en inglés) para diagnosticar tanto problemas como
disfunciones sexuales percibidos por las mujeres. Los resultados,
publicados en el periódico JAMA Internal Medicine,
demostraron que 354 (el 66.3%) de las mujeres encuestadas reportaron
ser sexualmente activas cuando aplicaron por primera vez la prueba;
mientras que, cuatro años después, sólo el 228 seguían siéndolo. De
hecho, la mayoría de ellas dejan de tener sexo cuando envejecen, aún si
no son diagnosticadas con alguna disfunción sexual.
Es importante tener en consideración que
la actividad sexual es una decisión personal, por lo que las personas
necesitan comprender las demandas tanto de su cuerpo como de sus
emociones. El hecho de que una persona llegue a la senectud, no equivale
a una completa anulación de deseo o de actividad sexual; y es más, no
sólo se enfoca en una penetración sino en el jugueteo previo a la
relación física. Las caricias y los besos tienen más peso que sólo acto
sexual sin más.
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