El consumo de analgésicos en los países industrializados sigue aumentando de forma “excesiva”, como ya han alertado varios informes de la ONU en los últimos años. La OMS también ha advertido sobre la necesidad de reducir su prescripción a casos en los que sólo sean absolutamente necesarios y recomienda buscar tratamientos alternativos cuando sea posible.
La administración a los niños de paracetamol e ibuprofeno de forma combinada para bajarles la fiebre
es una práctica extendida entre los padres. La popularización de este
tratamiento responde a la creencia errónea de que es más eficaz y reduce
los efectos secundarios de los analgésicos o antipiréticos en los
menores, como defendían hasta hace pocos años la mayoría de pediatras.
Sin embargo, los estudios médicos realizados hasta ahora no han encontrado ninguna evidencia científica que avale estas tesis.
La última investigación sobre los tratamientos combinados de ibuprofeno y paracetamol, llevada a cabo conjuntamente por los departamentos de farmacología de las universidades de Arkansas y Kentucky, ha arrojado conclusiones aún peores. No solamente carecen de eficacia, sino que “agravan la fiebre y empeoran la gripe”, incluso en solución para niños.
En el estudio publicado en la revista de la American Academy of Pediatrics también se documenta una encuesta con resultados poco esperanzadores: la mitad de los padres objeto de estudio suministraban dosis demasiado elevadas de estos analgésicos, que se pueden adquirir sin receta médica y a los que se acude aunque el niño sólo tenga unas pocas décimas de fiebre. En este caso se multiplica el riesgo de sufrir patologías cardiacas o asma, mientras que puede provocar daños al hígado y a los riñones.
La fiebre como anticuerpo
La propia Asociación Española de Pediatría ha alertado sobre los riesgos que implica la medicación excesiva para la salud los niños. Asimismo, el pasado mes de junio se publicó en The Lancet un voluminoso metaestudio, financiado por el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido, en cuyas conclusiones se advertía que la medicación excesiva de ibuprofeno eleva al tres por mil el riesgo de sufrir un infarto.
Cuando se trata sólo de unas pocas décimas por encima de la temperatura corporal normal, la fiebre juega un papel de anticuerpo contra las infecciones, por lo que intentar eliminarla con fármacos podría empeorar la enfermedad del niño. Los autores de la investigación concluyen que sólo se debe administrar un analgésico para evitar riesgos y mejorar la eficacia del tratamiento, en lugar de combinarlos como popularmente se hace.
La fiebre es un mecanismo fisiológico de defensa que puede tener efectos beneficiosos contra las infecciones “Los pediatras deben hacer pedagogía con los padres para que entiendan que la fiebre, cuando no es muy alta, no es mala por sí misma si el niño está sano. No se trata de una enfermedad, sino de un mecanismo fisiológico de defensa que tiene beneficiosos efectos a la hora de combatir las infecciones”, sentencia los autores en las conclusiones del estudio.
Existen distintas marcas en el mercado indicadas a diferentes grupos de edad, como es el caso de Dalsy, lo que incrementa el margen de error en los padres que deciden automedicar a sus hijos, pues las dosis máximas varían. Como ocurre con la mayoría de los fármacos, la mejor opción es consultar al médico antes de consumirlos.
Tratamientos alternativos
El consumo de analgésicos en los países industrializados sigue aumentando de forma “excesiva”, como ya han alertado varios informes de la ONU en los últimos años. La OMS también ha advertido sobre la necesidad de reducir su prescripción a casos en los que sólo sean absolutamente necesarios y recomienda buscar tratamientos alternativos cuando sea posible. Especialmente, si existen antecedentes familiares o si el paciente presenta otros factores de riesgo, como la presión arterial alta o colesterol elevado.
Para elegir de la manera más adecuada posible los analgésicos, los expertos ofrecen dos consejos claves a tener en cuenta por los consumidores. El primero es que las personas con dolores crónicos, que no puedan dejar de tomar calmantes, reduzcan la dosis lo máximo posible así como la duración del tratamiento. El segundo consejo es que, en caso de contar otros factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares (fumar, presión arterial alta o colesterol elevado) se pida una evaluación médica para determinar los riesgos del consumo de este tipo de fármacos en base al historial clínico personal y familiar.
Ocho remedios caseros para la fiebre de los bebés y niños
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La última investigación sobre los tratamientos combinados de ibuprofeno y paracetamol, llevada a cabo conjuntamente por los departamentos de farmacología de las universidades de Arkansas y Kentucky, ha arrojado conclusiones aún peores. No solamente carecen de eficacia, sino que “agravan la fiebre y empeoran la gripe”, incluso en solución para niños.
En el estudio publicado en la revista de la American Academy of Pediatrics también se documenta una encuesta con resultados poco esperanzadores: la mitad de los padres objeto de estudio suministraban dosis demasiado elevadas de estos analgésicos, que se pueden adquirir sin receta médica y a los que se acude aunque el niño sólo tenga unas pocas décimas de fiebre. En este caso se multiplica el riesgo de sufrir patologías cardiacas o asma, mientras que puede provocar daños al hígado y a los riñones.
La fiebre como anticuerpo
Cuando se trata sólo de unas pocas décimas por encima de la temperatura corporal normal, la fiebre juega un papel de anticuerpo contra las infecciones, por lo que intentar eliminarla con fármacos podría empeorar la enfermedad del niño. Los autores de la investigación concluyen que sólo se debe administrar un analgésico para evitar riesgos y mejorar la eficacia del tratamiento, en lugar de combinarlos como popularmente se hace.
La fiebre es un mecanismo fisiológico de defensa que puede tener efectos beneficiosos contra las infecciones “Los pediatras deben hacer pedagogía con los padres para que entiendan que la fiebre, cuando no es muy alta, no es mala por sí misma si el niño está sano. No se trata de una enfermedad, sino de un mecanismo fisiológico de defensa que tiene beneficiosos efectos a la hora de combatir las infecciones”, sentencia los autores en las conclusiones del estudio.
Existen distintas marcas en el mercado indicadas a diferentes grupos de edad, como es el caso de Dalsy, lo que incrementa el margen de error en los padres que deciden automedicar a sus hijos, pues las dosis máximas varían. Como ocurre con la mayoría de los fármacos, la mejor opción es consultar al médico antes de consumirlos.
Tratamientos alternativos
El consumo de analgésicos en los países industrializados sigue aumentando de forma “excesiva”, como ya han alertado varios informes de la ONU en los últimos años. La OMS también ha advertido sobre la necesidad de reducir su prescripción a casos en los que sólo sean absolutamente necesarios y recomienda buscar tratamientos alternativos cuando sea posible. Especialmente, si existen antecedentes familiares o si el paciente presenta otros factores de riesgo, como la presión arterial alta o colesterol elevado.
Para elegir de la manera más adecuada posible los analgésicos, los expertos ofrecen dos consejos claves a tener en cuenta por los consumidores. El primero es que las personas con dolores crónicos, que no puedan dejar de tomar calmantes, reduzcan la dosis lo máximo posible así como la duración del tratamiento. El segundo consejo es que, en caso de contar otros factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares (fumar, presión arterial alta o colesterol elevado) se pida una evaluación médica para determinar los riesgos del consumo de este tipo de fármacos en base al historial clínico personal y familiar.
Ocho remedios caseros para la fiebre de los bebés y niños
- Quitarle ropa para que el calor pueda dispersarse: la ropa tiene la facultad de “coger” el calor corporal y mantenerlo, evitando también que el aire del exterior toque nuestra piel y nos enfríe. Cuando un niño tiene fiebre lo ideal es que no haya ropa para evitar todo ello. Cuanto más fresquitos estén mejor, así que cuanta menos ropa lleven mejor.
- Que no haga calor allí donde esté el niño: si es invierno y estamos en casa con la calefacción puesta puede ser interesante bajar la temperatura de la casa. En verano debemos tener en cuenta lo mismo, que estén en una habitación ventilada, pero sin que estén en corrientes de aire ni debajo del “chorro” del aire acondicionado.
- Bañar al bebé o niño, dejándole un buen rato en remojo: la otra solución para robar calor al cuerpo es ponerlo en contacto con agua que esté a menor temperatura. El cambio debe ser gradual, evitando baños fríos (hay gente que hace eso, meterlos en agua fría), porque pueden sentarles fatal. Lo ideal es calentar el agua como siempre (34-36ºC) y dejar que pase el tiempo para que el agua vaya bajando de temperatura (jugando con él, explicándole cosas, etc.).
- Utilizar compresas frías: esto es muy típico y muy de las películas. Podemos coger un paño o toalla pequeña y mojarla con agua fría. Se aplican en la frente, en la nuca y las muñecas y se van cambiando a medida que dejan de hacer efecto (se vuelve a mojar). Un efecto parecido, si el niño es un poco más mayor, es poner un barreño con agua fría para que meta las manos y parte de los brazos. A medida que la circulación sanguínea va pasando por sus manos y brazos el cuerpo va bajando un poco la temperatura (que sería un recurso para no pasarse todo el día completamente metido en agua).
- Hacer una dieta líquida para que vaya rehidratándose: si el niño está sudando a causa de la fiebre es aconsejable que le vayamos hidratando. Algunos niños tampoco quieren comer mucho si tienen fiebre y pueden aceptar mejor una dieta líquida, que nos ayudará a rehidratarles. Se aconsejan zumos, agua o caldos y, en caso de los bebés, suero oral o leche materna (artificial si no toma materna).
- Intentar que el niño esté tranquilo: si el niño tiene fiebre elevada lo más probable es que no tenga ganas ni de pestañear. Si en cambio no tiene mucha fiebre sí puede ser que aún tenga fuerzas para moverse (y moverse mucho) y son muchos los niños que, aún con fiebre, no paran. No es que haya que atarles a la silla para que no se muevan, pero se aconseja tratar de hacer con los niños actividades más tranquilas que no les haga aumentar la temperatura corporal ni sudar.
- Darle infusión de girasol: una de las propiedades del girasol es la de ayudar a bajar la fiebre. Se utilizan pétalos secos de la flor de girasol y se hace una infusión con ellos. Para ello se hierve agua, se ponen los pétalos dentro y se deja reposar 10 minutos. Se filtra la mezcla y se le añade azúcar o miel, algo que le dé un poco de sabor dulce. Al niño se le dan un par o tres de cucharadas cada 8 horas.
- Enfriar al niño desde los pies: esto se haría robando el calor del niño desde abajo, desde las plantas de los pies. Mucha gente aprovecha el verano para caminar descalza y, en contacto con el suelo frío (depende del suelo que tengas), el calor parece que disminuye un poco. Además de hacerle caminar descalzo o de meterle los pies un rato en un barreño con agua templada tirando a fría, podemos ponerle rodajas de patata cruda en la planta de los pies. Cuando se calienten las cambiamos por otras que deberán seguir robando calor de sus pies.
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