Para entender qué sucede cuando nos “crujimos” los nudillos o cualquier otra articulación hay que contar con unos conocimientos básicos sobre la naturaleza de las coyunturas del cuerpo. Las articulaciones más fáciles de “chasquear” o “crujir” son las diartrosis, que son también las más abundantes. Estas consisten en dos huesos unidos entre sí por superficies cartilaginosas; estas superficies está envueltas por una cápsula de unión que porta en su interior una sustancia lubricante llamada fluido sinovial y que también sirve como fuente de nutrientes para las células que sustentan el cartílago de unión. Además, el líquido sinovial contiene gases disueltos como oxígeno, nitrógeno y dióxido de carbono.
Las junturas más fáciles de crujir son las de los dedos de las manos. Al estirar la cápsula de unión, su expansión se ve limitada por cierto numero de factores. Cuando se aplican fuerzas pequeñas a la articulación, uno de los agentes que limita su movimiento es el volumen, que viene determinado por la cantidad de sustancia sinovial que alberga en su interior. El fluido no puede dilatarse a menos que la presión en el interior de la cápsula descienda hasta tal punto que los gases disueltos puedan escapar de la solución; cuando los gases salen de la solución, incrementan el volumen y, por tanto, la movilidad de la junta.
Se cree que el sonido que producen las articulaciones al crujir lo causa la rápida salida de los gases de la solución, lo que permite que la cápsula se tense un poco más. El estiramiento de la articulación no tarda en quedar limitado poco después por la longitud de la propia cápsula. Si se toma una imagen en rayos X de la coyuntura después de crujirla, se ve una burbuja de gas en su interior. Este gas incrementa el volumen de la articulación en alrededor de un 15 o 20 por ciento y consiste sobre todo (hacia un 80 por ciento) en dióxido de carbono. La articulación no volverá a crujir hasta que los gases se hayan disuelto de nuevo en la sinovia, lo cual explica que no se puedan crujir los mismos huesos varias veces seguidas.
Pero ¿cómo puede hacer tanto ruido la liberación de tan poco gas? No existe una buena respuesta para esta pregunta. Los estudiosos han calculado los niveles energéticos del sonido usando acelerómetros para medir las vibraciones causadas durante el crujido de una juntura. La cantidad de energía implicada es muy exigua, del orden de 0,1 milijulios por milímetro cuadrado. Los estudios han revelado asimismo que al crujir los huesos se producen dos picos de sonido, pero se desconocen las causas. Es probable que el primer sonido guarde relación con el desprendimiento del gas fuera de la solución y que el segundo sonido se produzca cuando la cápsula alcanza su longitud limite.
Otra pregunta habitual relacionada con este tema es la que plantea si crujir las extremidades causa algún daño. Lo cierto es que disponemos de pocos datos científicos al respecto. Un estudio no halló ninguna correlación entre esta práctica y la osteoartritis en las juntas de los dedos de las manos. En cambio, otro estudio demostró que crujirse mucho los nudillos puede afectar a los tejidos blandos que rodean la articulación. Asimismo, este hábito tiende a aumentar la hinchazón en las manos y a reducir su fuerza prensora.
Otro origen del sonido que nos ocupa radica en los tendones y ligamentos próximos a la coyuntura. Los tendones deben extenderse por encima de al menos una articulación para permitir el movimiento. Pero cuando una juntura se mueve, se fuerza un cambio de posición del tendón con respecto a la articulación. No es infrecuente que un tendón tenga que deslizarse a una posición ligeramente distinta y que esto vaya seguido de un chasquido repentino cuando el tendón recupera su ubicación original con respecto a la articulación. Estos sonidos suelen producirse en las rodillas y los tobillos al levantarnos depuse de estar sentados o al subir y bajar escaleras.