Es fácil hablar de la muerte en general, sin embargo referirse a tu muerte, a esa cita inevitable que te convocará a participar personalmente vestido de madera y con la rigidez requerida, es más complejo.
Intentemos en principio definir qué es la muerte sin olvidar que en otros tiempos y culturas la muerte no se lloraba, el sufrimiento de quienes quedaban podía ser un obstáculo en esa partida final y por ello estaba mal visto.
En otras culturas los ancianos elegían cuándo morir. En varias cosmovisiones la muerte era celebrada y en ritual funerario devenía en una fiesta. La muerte es el protocolo de salida, sin embargo antes de ese definitivo momento, recibimos miles de oportunidades para descubrir la vida y disfrutarla, es decir la muerte no es amarga para quien vivió bien.
La muerte es el amanecer de otro tiempo. Es muy triste sólo para quien no vivió plenamente. La muerte es un cambio de circunstancias, ella camina siempre a nuestro lado, incluso a veces se pone delante, para recordarnos que aún estamos vivos.
La muerte habla el idioma de la inmortalidad y habita el terreno de la eternidad. Si miras de frente al sol y a la muerte, terminarás llorando, entonces es preferible contemplar la muerte desde una vida feliz. Sin embargo para quienes conocen la plenitud, la muerte será el amanecer de otro día. Podemos decir también que la muerte es una invitación a reflexionar la vida, es la noche de la existencia, y una invitación para acumular vida, es decir para morir bien.
Nacemos desnudos y al morir nada podemos llevar, entonces, por qué vivir para trabajar y llenarnos de cosas? Hay gente que se pasa la vida muriendo, es ridícula la muerte de quien no estaba vivo. Cuánta gente hizo de la infelicidad su tumba. Es probable que la mayoría de los que se suicidaron, aún no habían empezado a vivir. Recuerda tu muerte, tu vida te lo agradecerá.
Si lo único seguro en la vida es la muerte, temerla es no haber entendido la vida. La muerte no es sólo dejar de vivir, porque también es posible no estar vivo ni estar muerto, esa tenebrosa opción de quienes redujeron su vida a una vanal supervivencia.
No sólo tenemos que soportar la muerte, también la vida tiene que soportarnos y a menudo sin haber aprendido a vivir. Creo que pensar un poco en la muerte nos ayuda a vivir con más intensidad existencial. No hace falta buscar a la muerte, de todas maneras ella nos está esperando en alguna esquina de nuestra vida. Más que el preludio a otra vida, la muerte es lo que concluye esta vida. La muerte es un sueño sin memoria ni desayuno que le continúa.
El miedo a la muerte esconde un miedo a la vida. Un día me dije: “Ya he muerto demasiado, ahora quiero vivir”, desde entonces empezó mi vida. Es fundamental para que nuestra muerte no sea una imprudencia, que aprendamos a vivir bien, antes de partir.
Estoy convencido que la infelicidad es también violencia y masoquismo. No temas a la muerte, teme no estar viviendo plenamente, porque si la vida es en el fondo una obra de arte, la muerte tendrá un elevado sentido estético y cuando tu partas, como dicen los Mapuches, aparecerá una nueva estrella en el cielo.
En muchos casos el miedo a la muerte es peor que la muerte. Es preferible no tener miedo a la muerte… ni a la vida, es decir si todo lo que vemos morirá un día, demos más importancia al presente. Dado que estamos inevitablemente condenados a muerte, tengamos cuanto antes claro lo que queremos hacer antes de partir.
Decía Epicuro: “En realidad nunca nos encontramos con la muerte, porque mientras vivimos ella no está y cuando llega ya no estamos”. En realidad la muerte no es un problema, por eso no tiene solución. En este sentido es absurdo buscar saber si hay vida después de la muerte, porque ya sabemos que hay vida antes de la muerte y eso es lo que importa.
Los que tienen muchas cosas temen a la muerte, ante la incertidumbre del destino que les espera a todo lo que tienen. Entonces no es un miedo a la muerte, es algo peor.
Nuestra propuesta es que tomemos a cada muerte cercana como un recordatorio para generar consciencia de fugacidad y simultáneamente pasión desapegada por la vida. Entonces habremos alcanzado el vivir de vivir bien y estaremos habilitados para que nuestra muerte sea una fiesta diferente.
Recuerda que la infelicidad está más cerca de la muerte que de la vida, que nada es seguro excepto la muerte y que ello tiene que llevarnos a confiar en la vida y su encantadora incertidumbre. Morir es entrar en la memoria de los seres queridos, convertido en recuerdo. Morir bien tiene que ser el último capítulo de una vida bien vivida, porque si te vas a morir, como mínimo vive bien y si aún no lo estás haciendo, comienza a disfrutar tu vida cuanto antes. Recuerda que la muerte tiene una memoria prodigiosa: No se olvida de nadie. Que vivir sabiendo que vas a morir te ayuda a saborear cada instante y cuidar cada detalle.
Chamalú
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