Una de las claves principales de nuestra salud está en el pH de la sangre y se mide de 0 a 14, el idóneo es 7,4. Ante el exceso de acidez, la sangre roba nutrientes del resto de órganos. Eso causa cansancio, dolor de cabeza, problemas digestivos, desmineralización… Desgraciadamente, la contaminación ambiental, los malos hábitos alimenticios o el estrés acidifican el cuerpo y alteran este ph. Y la sangre reacciona: roba los nutrientes que necesita del resto de órganos vitales para compensar el desequilibro. Pero eso tiene consecuencias: cansancio, dolores de cabeza, problemas digestivos, desmineralización de las uñas y el cabello, etc.
Enrique González, director técnico de Bioenergía Humana y nutricionista terapéutico, afirma que “la sangre es el director”. Las oscilaciones del pH de la sangre son casi nulas (+/- 0,04), y por tanto no se suele medir: “Lo que solemos medir son otros líquidos del cuerpo como la saliva y la orina. Si están ácidos es que están cediendo a la sangre, y si están alcalinos no”.
Hay que trabajar para que el cuerpo esté alcalino y no ácido. Si mantenemos nuestro cuerpo en su estado natural, es decir, ligeramente alcalino (con el pH de la sangre por encima de 7), estará protegido frente a enfermedades. El nutricionista lo explica: “No va a tener que ceder ningún tipo de sustancia y va a propiciar un clima muy poco favorable para virus y bacterias”.
En cambio, un cuerpo ácido es un cuerpo enfermo o propenso a la enfermedad porque la sangre, las células y los órganos vitales viven en un entorno hostil y están en peligro. “Tenemos que trabajar para que nuestro cuerpo esté alcalino y no ácido”, explica Enrique González.
Hay que trabajar para que el cuerpo esté alcalino y no ácido. Si mantenemos nuestro cuerpo en su estado natural, es decir, ligeramente alcalino (con el pH de la sangre por encima de 7), estará protegido frente a enfermedades. El nutricionista lo explica: “No va a tener que ceder ningún tipo de sustancia y va a propiciar un clima muy poco favorable para virus y bacterias”.
En cambio, un cuerpo ácido es un cuerpo enfermo o propenso a la enfermedad porque la sangre, las células y los órganos vitales viven en un entorno hostil y están en peligro. “Tenemos que trabajar para que nuestro cuerpo esté alcalino y no ácido”, explica Enrique González.
Las claves para combatir la acidez son la alimentación, el ejercicio físico, la “ducha interior” y el equilibrio emocional.
Repasamos los alimentos ácidos (a evitar) y alcalinos (a procurar).
Repasamos los alimentos ácidos (a evitar) y alcalinos (a procurar).
Lo ideal es compensar con más alimentos alcalinizantes –ricos en potasio, magnesio y/o calcio– para que el cuerpo no tenga que sufrir robando minerales para alcalinizar la sangre. De este modo lograremos equilibrar la cifra del ph. La recomendación del experto es consumir menos alimentos acidificantes y más alimentos alcalinizantes.
Alimentos ácidos: café, alcohol, bebidas gaseosas, frituras, azúcar refinado, harina blanca, zumo de frutas envasado, chocolate, mermelada, leche, arroz, carne roja y pocas frutas.
Alimentos alcalinos: papa, lechuga, pepino, coles de Bruselas, espinacas, algas, limón, bayas de Goji, aguacate, ajo, té verde, jengibre y almendras crudas.
Un cuerpo sedentario realiza sus funciones con mucha más lentitud. Se aconseja hacer deporte adaptado a la edad y el nivel de preparación de cada uno para “mantener el cuerpo vivo”. Asíse activa el metabolismo, se eliminan toxinas y el organismo funciona bien.
Depurar los residuos de nuestro cuerpo es imprescindible. “Los tóxicos también nos acidifican, sobre todo si el organismo no limpia o no drena bien”, afirma el nutricionista. Por eso propone recurrir a algunas plantas que ayuden en la labor de limpieza. Hidratarse también es muy importante.
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud implica bienestar físico y psíquico, así como bienestar ambiental y social. El estrés emocional provoca que ciertas hormonas nos tensionen y dejen residuos en el organismo. Para contrarrestar los efectos del estres, se pueden utilizar los Aceitres Esenciales. El efecto emocional de la aromaterapia se produce como resultado de los efectos de los aceites esenciales sobre el centro de control del cerebro: el sistema límbico. Las moléculas de olor son transmitidas a través del bulbo olfatorio al sistema límbico. Tanto los efectos físicos de los aceites esenciales como los emocionales se producen porque el sistema límbico está conectado con zonas del cerebro que controlan la respiración, el ritmo cardíaco, la presión arterial, los niveles de estrés, la memoria y el equilibrio hormonal.
El efecto emocional de un aceite esencial depende de su estructura molecular. Por ejemplo, los aldehídos y los ésteres de ciertos aceites esenciales son calmantes y sedantes.
Para restaurar el equilibrio emocional utilizando la aromaterapia es preciso tener un conocimiento profundo de las propiedades de los aceites esenciales y comprender la situación del individuo. Esta técnica se suele utilizar en combinación con otras formas de terapia emocional.