Una lectora de una “revista femenina”,
casualmente portadora de una vagina adulta, se dispone a escribir una
carta a la autora del artículo que acaba de leer. No te lo puedes
perder.
Domingo, once de la mañana. Paz. Café en mano descubro un artículo que acapara toda mi atención. “¿Por qué envejece la vagina?”.
Tomo un sorbo de cafeína que me despeje. Me conmuevo tanto al pensar en
la persona que publica este contenido, que me lío la manta a la cabeza y
no puedo más que teclear en mi ordenador las siguientes líneas:
Me dirijo a usted en calidad de
lectora de su revista, para ofrecerle todo mi conocimiento sobre el tema
que le preocupa, que no es mucho, pero estimo suficiente para el caso.
Entendiendo su preocupación por nuestras vaginas, no le quiero hacer
esperar más para saber la respuesta.
Verá, las vaginas envejecen porque las mujeres que las portan
envejecen también. Responde a un complejo proceso que se ha gestado
durante millones de años. Se llama vida.
Lamento que usted no conociera tan
importante dato antes de publicar su trabajo. Es una verdadera lástima
porque podría haberme llamado a mí, casualmente soy portadora de una vagina adulta, y podría haberle ahorrado la pregunta, incluso el artículo entero, sí, para qué voy a engañarle.
Supongo que no me llamó usted,
porque aparte de desconocer mi existencia, quiere que tenga la
oportunidad de consumir esos productos tan punteros, y tan de moda que
publicita a lo largo de todo su artículo, aunque parezca que los ha
colocado ahí como quien no quiere la cosa, como quien ilustra unas
letras con lo primero que tiene a mano, como ejemplos distraídos con
números de teléfono y direcciones al lado.
Hablo de las intervenciones con anestesia local que usted nos recomienda
para solucionar lo que describe como nuestro problema de
“envejecimiento” vaginal. Hablo de ese tratamiento láser que usted nos
invita a probar al final de algún párrafo para que todas podamos
blanquear nuestras vulvas y lucirlas rosas como las nubes de algodón.
Hablo de esas cirugías para que estemos prietas después de los partos,
acompañadas de cremas carísimas para atenuar las cicatrices, que hay que
aplicar sin descanso, porque no sólo basta con ponerse delgada un mes
después de dar a luz, también hay que rejuvenecer rápido para que nadie
lo note.
Déjeme decirle que lo entiendo, y es
que tenemos que dar a nuestras parejas el placer que merecen. ¿Cómo
vamos a permitir que piensen que esos labios vaginales diminutos,
delgados y de un rosa brillante existen sólo en el porno? Eso sería
perturbador para todos. Además sé que debemos asegurarnos de que no encuentren ni un solo pelo por el camino, porque eso estropearía la magia.
Cuando el vello existía en nuestro sexo, todo era diferente. No veíamos nuestras vulvas oscuras, desconocíamos que eran antihigiénicas,
y no teníamos un complejo que nos hiciera consumir cuchillas, láser,
cera, blanqueantes de piel, y desodorantes íntimos, y eso estaba muy
mal.
Lo entiendo, sé que debemos sudar y llorar mientras una desconocida nos arranca sin piedad los pelos que nos crecen en el cuerpo, vaya usted a saber por qué, de forma sistemática. Lo entiendo, porque somos mujeres, porque nuestra prioridad consiste en eso, porque luego ya vendrán nuestras propias aspiraciones. El deber es el deber.
Lo entiendo y no puedo más que
ofrecerle mi apoyo la próxima vez que usted quiera responder a tan
difíciles preguntas. Y sin más me despido. No quiero quitarle a usted el
preciado tiempo del que dispone para hacernos entender que el mundo del
rejuvenecimiento vaginal debe ser otra nueva prioridad en nuestra vida
como mujeres.
Reciba un afectuoso saludo una mujer
con sexo estándar, de esos que tienen colores, formas y tamaños
diferentes. Quizás pruebe alguna intervención de las que usted
publicita, pero mucho me temo que tendré que explicarle a mi pareja que está durmiendo con una mujer y no con un bebé cerdito brillante.
Gracias por su ofrecimiento, pero puede quedarse usted con todo su
arsenal de publicidad apisonadora de la autoestima para sí. Que tenga un
buen día.
Amanda (28), Tenerife (Islas Canarias, España)