Muchos han sido los genios que a lo
largo de la historia, y tras cientos de horas dedicadas al estudio y la
pesquisa, han acabado detectando que cuanto más aprendían, menos sabían.
Desde el muchas veces malinterpretado “solo sé que no se nada” de Sócrates, hasta la archiconocida “solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera” de Albert Einstein.
Desde el muchas veces malinterpretado “solo sé que no se nada” de Sócrates, hasta la archiconocida “solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera” de Albert Einstein.
Esta certeza, o falta de certeza, puede
aplicarse perfectamente al mundo de la nutrición y la dietética. Cada
dos por tres aparecen nuevas investigaciones que indican novedosos y resolutivos aspectos positivos de un tipo de alimentos respecto a otro.
En las últimas décadas la idea más
extendida ha sido la de señalar como enemiga a la grasa. Asimismo, no ha
sido tan habitual observar los aspectos negativos de los carbohidratos e
incluso han nacido dietas ricas en estos nutrientes con el objetivo de
hacernos perder peso. Sin embargo, este nuevo estudio se ha sumado a la vilipendiada (y fundamentada) opinión de que la grasa no es tan mala.
Ingerir grasas puede ayudar a bajar de peso
Una nueva investigación ha llegado a la
conclusión de que las personas que evitan el abuso de carbohidratos y
comen grasa no solo pierden más peso, sino que tienen menos riesgos de
padecer enfermedades cardiovasculares. Este nuevo estudio no tiene
detrás a ningún gurú de la nutrición. El encargado de su financiación es
el National Institutes of Health, dependiente del departamento de salud
y servicios humanos del gobierno de los Estados Unidos.
Este es uno de los primeros estudios a gran escala que dejan a un lado el consumo calórico
En este estudio, publicado en Annals of Internal Medicine y del que se hace eco
el New York Times, participaron 150 personas con una gran diversidad
entre ellos. A cada participante se le asignó durante un año un tipo de
dieta que regulaba la cantidad de carbohidratos o de grasas ingeridad,
pero nunca el contenido calórico total absorbido.
Con esta curiosa decisión, se han
centrado en dejar a un lado la obsesión por las calorías y observar cómo
realmente afectan las grasas y los hidratos de carbono a nuestro
organismo. Para el experto Dariush Mozaffarian, decano de la Friedman
School of Nutrition, Science and Policy de la Universidad de Tufts,
esta es una buena idea y bastante
novedosa porque según él este es uno de los primeros ensayos a gran
escala en el que se ha dejado a un lado la restricción calórica.
Mozaffarian también añade que los resultados abren una nueva puerta a
una alimentación (que adelgace) en la que se consuman menos hidratos de
carbono y no se preste tanta atención a las calorías
Tras un año de estudio y con este nuevo
enfoque, los resultados tuvieron un resultado muy revelador: los
participantes que siguieron una dieta baja en hidratos de carbono
perdieron una media de tres kilos y seiscientos gramos más que aquellos
que se vieron obligados a prescindir de la grasa. Por si estos
resultados no fuesen lo suficientemente definitorios, hay que señalar
que los que abandonaron la grasa sí que adelgazaron, pero a costa de una
mayor pérdida de masa muscular, no de tejido adiposo. Algo que, desde
luego, no es positivo.
Mejoras cardiovasculares
Hay que reconocer que estas ideas no son
del todo nuevas, ya en los años 70 el conocido y polémico doctor Robert
Atkins estableció una dieta
basada en altos contenidos grasos y bajos en carbohidratos. Como era de
esperar, llovieron numerosas críticas a este planteamiento.
Las dos principales consistían en la
idea de que la disminución de peso solo se debía a la reducción de
líquidos del cuerpo y que aumentaría el riesgo de enfermedades derivadas
del incremento del colesterol. Según este estudio, quizá Atkins no iba
tan desencaminado. De hecho, los participantes que consumieron grasa
siguieron la dieta Atkins con algunas modificaciones.
Los valores del colesterol 'bueno' mejoraron en el grupo que consumió grasas, los de 'malo' se mantuvieron similares en ambos
La principal recomendación que siguieron
es que debían elegir preferiblemente las grasas no saturadas (como el
pescado o aceite de oliva), pero no se les privó de las saturadas,
carnes rojas o queso. Mientras, los que tuvieron que abandonarlas, no lo
hicieron del todo, sino que las mantuvieron por debajo del 30% de su
consumo total. Asimismo, a ambos grupos se les animó a consumir más
verduras para mejorar su alimentación.
Los análisis de sangre indicaron que el
grupo con bajo consumo de carbohidratos, a diferencia del otro, mejoró
notablemente su contenido de lipoproteínas de alta densidad. Estas son
habitualmente conocidas como colesterol ‘bueno’, ya que se encarga de
transportar al ‘malo’ para que el cuerpo lo elimine de su interior.
Los valores del ‘malo’, en cambio, mantuvieron niveles similares en ambos grupos. Además, las calificaciones de riesgo de Framigham (que mide la probabilidad de sufrir un ataque al corazón en los próximos diez años) mejoraron en dicho grupo.
Para Ronald M. Krauss, expresidente del
American Heart Association's dietary guidelines committee, estos
resultados muestran que comer hidratos de carbono refinados tiende a
elevar el colesterol ‘malo’, lo que puede aumentar el riesgo de
problemas como la ateroesclerosis. Mientras, las grasas saturadas son
menos propensas a obstruir las arterias.
Los resultados del estudio hablan por sí
solos y parecen bastante resolutorios en su conclusión de que las
grasas ayudan a perder peso y mejorar la salud cardiovascular. Pero para
ver si la solución es tan clarificadora como aparenta ser, tendremos
que esperar a que pase el tiempo y vayan apareciendo nuevas
investigaciones que acaben, o no, con todas las dudas que tenemos sobre
nuestra alimentación.