Los microbios también tienen sexo. Lo han comprobado investigadores de la Universidad de Bristol observando lo que hacían los tripanosomas dentro de la mosca tse tse. Estos parásitos de una sola célula habitan dentro del insecto, que los lleva de un lugar a otro y ayuda a transmitir la enfermedad del sueño insertándolos en huéspedes humanos con su picadura.
Los investigadores pintaron de colores a los microbios para identificar a cada individuo. Al final del apareamiento surgían células de dos colores / Wendy Gibson
Los científicos emplearon marcadores fluorescentes para tratar de entender qué sucedía entre las piruetas y giros que realizan estos seres antes de acabar por unirse en una sola célula híbrida. Así, después de diferenciar a los distintos protagonistas del baile pintándolos de diferentes colores pudieron seguir sus movimientos hasta que acababan formando una célula que incorporaba los dos colores de los tripanosomas emparejados. ”No solo los animales de mayor tamaño tienen cortejos intrincados, pero necesitas un microscopio muy potente para ver este”, ha affirmado Wendy Gibson, autora de este trabajo que se ha publicado en la revista Current Biology.
La importancia del sexo para los microbios deriva de las posibilidades que les proporciona para intercambiar genes entre distintas cepas y lograr combinaciones más poderosas. En el caso de los tripanosomas que causan la enfermedad del sueño, el ritual sexual que realizan dentro de las moscas puede hacer que adquieran combinaciones de genes aún más dañinas en una sola cepa. Según los autores del estudio, sus resultados sugieren que el sexo entre estos microbios no es algo opcional o raro, sino que probablemente sucede cada vez que dos de estos bichos se encuentran dentro de una mosca.
Los tripanosomas pertenecen a un extraño grupo de protozoos que incluyen otros parásitos de interés para la medicina como los que provocan la leishmaniasis o la tricomoniasis. Hasta hace no mucho, se creía que estos microbios solo se reproducen partiéndose en dos, pero estudios recientes muestran que también utilizan el sexo para intercambiar genes. Trabajos como el que ahora se publica en Current Biology ayudarán a entender las estrategias de estos microbios para mejorar su arsenal genético y hacerse resistente a los fármacos creados para combatirlos.
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