El jugador de Millonarios, al que le diagnosticaron leucemia, está en pleno proceso de recuperación.
El encuentro con Mario González tiene lugar en un centro comercial del norte de Bogotá. Llega sonriente, acompañado de toda su familia. Van cargados de paquetes, ya que han estado haciendo sus compras navideñas. El hermano (Juan Carlos), la madre (Luz Marina Castro) y los sobrinos rodean al futbolista bogotano, pero le dejan solo un rato para la entrevista con EL TIEMPO y Futbolred.com.
Nos sentamos juntos en una cafetería. Se muestra animoso, su apretón de manos es fuerte y consistente. Por su aspecto nadie diría que está venciendo una leucemia, que se encuentra en pleno tratamiento de quimioterapia. Se muestra hablador. Sonríe y transmite tranquilidad y serenidad.
Fue el pasado 26 de agosto cuando a Mario, el centrocampista de Millonarios, la vida le dio un gran susto. Solo un día antes había celebrado con su familia su trigésimo cumpleaños, en la cumbre de su carrera, apenas unos meses después de haber firmado con el club más laureado de Colombia, su gran sueño deportivo.
En esa fecha, Mario supo por los médicos que padecía leucemia. El diagnóstico venía a explicar y a dar sentido a los problemas físicos, las molestias y los mareos que sufría desde tiempo atrás. “Venía con malestar, fiebre y muchos mareos –dice–, así que decidí que me hicieran exámenes para ver qué era lo que tenía y fue cuando se encontraron con la enfermedad”. La leucemia es un tipo de cáncer consistente en la proliferación incontrolada de ciertas células de la sangre que afectan a la médula ósea. Se han producido importantes avances en el tratamiento y la lucha contra esta enfermedad, pero aún se ignoran las causas que la provocan.
Al recibir la noticia, el jugador supo de golpe que iba a haber un antes y un después en su vida. En algún momento pensó que todo se venía abajo; y para su familia fue más que un drama: fue casi el final. Alguien en su caso podría haber perdido la fe en todo y hundirse completamente, pero no él, que, por el contrario, vive “aferrado a Dios”, como lo repite una y otra vez. En Él confía para “salir de este bache” y volver “tan pronto como sea posible” a pisar la hierba de un campo de fútbol. “Fue algo difícil, algo que uno no se espera. Lo único que hice fue aferrarme a Dios y poner la enfermedad en manos del Señor Jesucristo. Intento estar tranquilo y calmado y espero que sea Él quien me saque de esto”.
Desde agosto, el centrocampista bogotano está en manos de los médicos. Sabe que su carrera y su futuro dependen de la evolución de la enfermedad, que en septiembre, hace dos meses, le produjo, a él y a todos sus seguidores, amigos y familiares, un nuevo y fuerte sobresalto: una crisis respiratoria que lo tuvo en un estado muy grave. “Sabía y sé que lo único que queda es esperar misericordia de Dios. Y es lo que he hecho. Con Su voluntad esto quedará en el pasado. Será un testimonio de lo grande que es y lo importante que ha sido, es y será en mi vida”, dice con una voz segura y convencida, que no admite dudas.
¿Qué sabe de cómo está evolucionando su enfermedad? ¿En qué punto se encuentra?
“En los exámenes que me han hecho, la enfermedad ya no aparece. El Señor un día me la puso y ahora me la está quitando. La evolución está siguiendo su curso: estoy débil, pero es lo normal de un tratamiento tan duro como es una quimioterapia. Pero trato de comer bien y estar lo más fuerte posible para que no me dé tan duro. Ojalá se termine rápido todo este proceso...”.
Entonces, Mario se conmueve al recordar el sufrimiento de su familia y las lágrimas de su mujer, Katherine Muñoz, y de su madre. Pero se emociona al agradecer la solidaridad y el cariño de los millones de colombianos a los que la sorprendente noticia de su dolencia les causó un gran impacto y que siguen atentos a la marcha de su estado.
Cartas de amistad y solidaridad, mensajes, llamadas, correos y visitas de amigos y admiradores; entre las más recientes, la de su nuevo entrenador en Millonarios, Juan Manuel Lillo, que está convencido de que Mario va a salir adelante y que le ha dicho que cuenta con él como un pilar del equipo. “La solidaridad ha sido enorme; he recibido un gran apoyo de toda la gente del fútbol, sin importar camisetas y la hinchada a la que pertenezcan. Es bonito saber que lo aprecian a uno de esta manera; saber que estás en las oraciones y en los corazones de esta gente que me han querido acompañar en esta prueba tan dura que me ha puesto el Señor”, afirma.
Antes de agosto, ¿sabía qué era la leucemia?
“Muy poco... lo que uno oye en la calle o en televisión. Desafortunadamente, me apareció, y ahora lo que queda es que se elimine del cuerpo y que no vuelva a aparecer”.
Mientras reafirma una y otra vez su confianza en el Creador, Mario reconoce lo duro que es el tratamiento con quimioterapia, no solo para él, también para los familiares. En la recta final de su recuperación, el bogotano intenta hacer una vida lo más normal posible, siempre pendiente de las fechas de las sesiones de ‘quimio’, que se alargarán todavía un par de meses. El jugador se repone en su domicilio del barrio Colina Campestre, en el norte de Bogotá.
“Mi familia ha estado conmigo incondicionalmente. Mi esposa, mi mamá, mis hermanos, mis tíos... Además de ese gran complemento, los periodistas, los hinchas, los directivos de Millonarios han contribuido a darme fuerzas –insiste–. Dios me ha puesto en una carrera como el fútbol, que tiene una gran acogida. La idea es aprovechar esto y ayudar de alguna manera sobre todo a los niños que tienen esta enfermedad”.
¿Sigue la actualidad del fútbol desde su casa?
“Al principio me aparté un poco del fútbol, pero a medida que me voy recuperando, estoy volviendo a ver partidos. Eso hace que a uno le den más ganas de regresar y hacerlo con más fuerza”.
Esperanzado, en las últimas semanas de su tratamiento, Mario se dispone a vivir una Navidad entre la esperanza de una recuperación cierta, en la que él, los médicos, su familia, sus seguidores, amigos y simpatizantes confían plenamente.
“Creo que esta será una Navidad excelente. Aunque tenga estos problemas de salud, tengo también la tranquilidad de saber que el Señor me está dando una nueva oportunidad. Fácilmente me podía haber quitado la vida en un instante y me está dando otra oportunidad y tengo que aprovecharla. Ojalá Dios quiera y se pueda pasar una Navidad tranquila con la familia, y esperemos que el año que viene todo sea para la honra y gloria del Señor”.
Con ese buen deseo, Mario se despide con otro fuerte apretón de manos y con una sonrisa de sincera simpatía, optimismo, tranquilidad y confianza en que el 2014, que ya está ahí, a la vuelta de la esquina, sea su mejor año: el de su recuperación.
Y a paso de vencedores se pierde por uno de los corredores del centro comercial, en busca de sus familiares a los que llama por celular para reencontrarse con ellos y los paquetes de los regalos de esta feliz Navidad para la que Mario González volvió a nacer.
JORGE ENRIQUE PERIS
Redactor Futbolred.com
Redactor Futbolred.com