Hace unos días, el Journal of Neuroscience publicó una investigación sobre el rol que tiene la oxitocina en nuestros vínculos de pareja, particularmente en lo que se refiere a la fidelidad. El estudio, liderado por científicos de la Universidad de Bonn, parte de un hallazgo anterior: la oxitocina hace que los hombres se acerquen a las mujeres que les resultan atractivas, sin embargo, aquellos que están en una relación monogámica, mantienen mayor distancia social entre ellos y las mujeres que acababan de conocer, al grado de ignorar rasgos o comportamientos que les parecían atractivos cuando eran solteros o mantenían relaciones con varias mujeres.
La oxitocina: hormona de la fidelidad - iStockphoto
¿A qué se debe esta distancia? Antes de responder la pregunta, es necesario comprender el origen evolutivo de nuestros vínculos de pareja. Los expertos consideran que en el caso de los seres humanos (al igual que otras especies de mamíferos) los lazos de pareja son una evolución del mecanismo que vincula a una madre con su cría. El vínculo entre madre y cría se construye y se fortalece a partir de varios comportamientos, como el contacto piel con piel, la mirada, las caricias y la alimentción. Estos comportamientos deben darse por un periodo suficientemente prolongado para que el cerebro asocie la sensación de seguridad con la presencia y los comportamientos de una persona o un individuo en particular. A menos que este vínculo se rompa o se sustituya, puede durar toda la vida.
Los comportamientos que generan este tipo de vínculo hacen que la amígdala en nuestro cerebro secrete oxitocina. Mientras no exista este neuroquímico, permanecemos a la defensiva. Incluso cuando existe cierto nivel de estrés en la relación, el vínculo llega a debilitarse. ¿El motivo? La función de la amígdala es protegernos de los peligros; cuando no recibe estímulos de afecto y protección, no se relaja y tampoco secreta oxitocina. De ahí que cuando los vínculos afectivos en la infancia son precarios, en la etapa adulta se hace necesario un comportamiento que reafirme una y otra vez el vínculo, y por lo mismo hay menos tolerancia al estrés en las relaciones.
Cuando los niveles y la circulación de oxitocina son los adecuados, nos sentimos relajados y en confianza. Pero eso no basta para generar un vínculo de pareja. El otro ingrediente es el deseo, que depende de los niveles de dopamina. La ecuación se completa así: oxitocina + dopamina = atracción sexual y vínculo. Sin embargo, así como una dosis menor de oxitocina impide que nos vinculemos afectivamente, un exceso puede inhibir el mecanismo de atracción.
La oxitocina también hace que los mamíferos se pongan a la defensiva cuando sus pares representan una amenaza a sus vínculos. En el caso del ser humano, este mecanismo se basa en la combinación entre oxitocina y vasopresina. Así, cuando hay un estímulo que pone en riesgo sus vínculos, se activa dicho mecanismo, haciendo que el hombre ponga distancia entre él y las mujeres adultas que no conoce.
¿Se puede estimular la fidelidad?
En diversos experimentos se ha usado oxitocina en espray para conocer sus efectos en el comportamiento, pero los resultados han sido desastrosos a largo plazo. Aspirar oxitocina no sólo no promueve la fidelidad, sino que desata desórdenes obsesivo-compulsivos, variaciones en los niveles de azúcar, problemas en la memoria e incluso inhibe la función de la amígdala. Esto se debe a que la oxitocina no funciona si no es a través de mecanismos y combinaciones químicas precisas. La clave está en un equilibrio muy delicado entre la secreción cerebral y los estímulos externos (las caricias, la voz, la mirada, la presencia, la temperatura piel con piel).
Ahora bien, en el estudio más reciente los investigadores encontraron que la producción de oxitocina en hombres monógamos se da cuando se juntan dos factores: una relación positiva (satisfactoria, confiable) junto con proximidad física. En otras palabras: la proximidad física y los comportamientos afectuosos son necesarios para elevar los niveles de oxitocina y mantener alejadas a las "hembras indeseadas".
La manera más obvia de fortalecer el vínculo es a través del sexo, pero no es suficiente. Hay una serie de comportamientos que pueden ser tan determinantes como el clímax: sonreír, sostener la mirada, hacerse un masaje, pasar largo rato haciendo "cucharita", mostrar placer y aprobación a través de los ojos y los gestos, recargarse en el pecho del otro para escuchar los latidos de su corazón, portarse solidario sin que el otro lo pida, cocinar para el otro, sincronizar la respiración, besarse apasionadamente, sostener la cabeza del otro sobre el regazo, dormir juntos y, en fin, cualquier gesto de calidez y cariño que escape a las predicciones científicas.
Si bien esta es una de las muchas caras de un fenómeno tan complejo como la fidelidad, resulta valioso porque nos recuerda, por un lado, que los vínculos generados en la infancia son determinantes para nuestras relaciones adultas, y por otro, que la fidelidad depende de un delicado equilibrio entre el contacto, la cercanía, la confianza y un sinfín de estímulos que no podemos controlar.
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