La autora Mimi Sheraton escribió acerca de lo que podemos conocer de las personas a través de sus hábitos en la mesa.
Según Michael Pollan la comida compartida es donde aprendemos el arte de la conversación y adquirimos los hábitos de la civilización. Observar de cerca nuestras relaciones con la comida también puede revelar nuestra naturaleza más cruda, nuestras preferencias menos filtradas y tendencias psicológicas civilizadas.
Mimi Sheraton opina lo mismo en su libro The Seducer’s Cookbook –una guía acerca del arte perdido de la seducción ilustrada por Paul Coker de MAD– donde presenta esta curiosa anatomía culinaria de arquetipos sexuales y románticos:
Puedes aprender mucho acerca de una persona por la manera en la que come –en la extensión de sus apetitos físicos y en cómo se satisfacen. Hay algunos que probarán cualquier cosa que se les ofrezca, sin importar que tan exótica o nueva sea, mientras que otros se rehusarán a aceptar lo que no sea familiar, obviamente éstos no son los más aventureros.
Sheraton argumenta que las preferencias dietarias revelan una gran parte acerca de qué tanto alguien puede restringirse y respetar límites, algo esencial en las parejas:
Las mujeres que tienen conciencia sobre su dieta deberían comer si un bocadillo tentador se presenta, sin pensar en el mañana. Un aire de abandono prevalecerá algunas veces, mientras; mientras que un hombre que parece convertirse en un cerdo de circo después de la cena puede presentar las mismas inclinaciones cuando satisfacen sus otras urgencias físicas.
El acto de ordenar, aconseja Sheraton, es revelador de la autencidad de una persona:
Mientras se ordena en restaurantes, uno debe ser capaz de saber sobre el gusto de alguien, sus sensibilidades y pretensiones. Una mujer o un hombre que es completamente honesto, y ya conoce la buena comida, reconocerá un buen hot dog o un paté. Desconfía de alguien que sólo puede reconocer la buena comida cuando se encuentra en un restaurante bueno.