Generalmente, al disco intervertebral solo se le considera un mero amortiguador de choques. No nos tenemos que olvidar su función de guía que permite amplitud de movimiento a todos los niveles. Está compuesto por dos partes: la parte central de consistencia gelatinosa que se denomina “núcleo pulposo”, y una envuelta fibrosa que lo mantiene en su lugar y se denomina “anillo fibroso” .El anillo fibroso es más grueso en la porción anterior del disco, por lo que la pared posterior es más frágil. Ese es el motivo por el que la mayoría de las veces en las que el anillo se rompe, causando una “hernia discal”, lo hace por detrás.
Incidencia de la Hernia Discal
La hernia discal es una de las mayores patologías incapacitantes en personas de más de 40 años. Alrededor del 1% de la población padece dolor crónico por este motivo. La hernia discal provoca dolor en la zona lumbar. Duele por inflamación el periostio de las vértebras, las articulaciones, la duramadre, el anillo fibroso, el ligamento vertebral longitudinal posterior y los músculos lumbares de la columna. Una hernia discal puede producir una serie de manifestaciones clínicas, entre las más frecuentes están el lumbago y la ciática.
Patología de la hernia Discal
La patología de hernia de discal se debe a un cambio en la estructura normal del disco. La mayor parte de las veces, la rotura del disco se produce como resultado del envejecimiento y de la degeneración que ocurre dentro del mismo. En ocasiones un traumatismo grave o un esfuerzo mal controlado o realizado pueden hacer que un disco normal se hernie. Los traumatismos y los esfuerzos también pueden hacer que un disco ya herniado empeore. Y si a todo ello le unimos la debilidad muscular periférica, el exceso de abdomen, el sobrepeso, la falta o el exceso de tono muscular, no solo tendremos una hernia discal, sino que probablemente el dolor sea agudo y si no lo tratamos no desaparecerá.