Sí, es verdad. Cuando una persona fuma, el cerebro cambia en respuesta a los niveles de nicotina tan altos de los cigarrillos. Dichos cambios cerebrales ocasionan una adicción a la nicotina, y esa dependencia puede dificultar mucho el dejar de fumar.
La nicotina es una sustancia química que se encuentra presente en el tabaco y mantiene a la persona fumando. La nicotina ingresa al organismo a través de los cigarrillos y activa unas estructuras normales del cerebro, conocidas como receptores. Cuando los receptores se activan, liberan una sustancia química llamada dopamina, que provoca una sensación de bienestar. El placer que siente una persona en respuesta a la dopamina es uno de los mayores componentes del proceso de adicción a la nicotina.
Con el transcurso del tiempo y según la persona continúa fumando, en el cerebro aumenta la cantidad de receptores de la nicotina. Los fumadores adictos tienen miles de millones más de estos receptores que los no fumadores; pero no todos los fumadores tienen el mismo nivel alto de receptores, y por eso algunos fumadores consuetudinarios pueden dejar el hábito sin mucha dificultad.
Cuando alguien intenta dejar de fumar, los receptores cerebrales no reciben nicotina y se interrumpe aquella respuesta placentera. A esto se suma que los niveles bajos de nicotina derivan en síntomas de abstinencia a la nicotina, tales como fuertes ansias de fumar un cigarrillo, ansiedad, irritabilidad, inquietud, dificultad para concentrarse, ánimo deprimido, frustración, ira, más hambre y dificultad para dormir. La manera más rápida de aliviar los síntomas de abstinencia es fumando un cigarrillo para liberar a la dopamina y activar aquella respuesta placentera.
Lo que dificulta aún más el dejar de fumar es la factibilidad de condicionar a los receptores cerebrales a esperar la nicotina en ciertas situaciones, mucho tiempo después de haber dejado de fumar. Por ejemplo, cuando una persona normalmente fuma al beber alcohol, o encontrarse en una situación estresante, o después de comer, los receptores cerebrales de la nicotina anticipan una descarga de nicotina en ese momento. Esas situaciones “desencadenantes” pueden provocar deseos intensos de fumar un cigarrillo, aunque la persona no haya fumado durante varios meses.
Lo bueno es que una vez que alguien deja enteramente de fumar, la cantidad de receptores de nicotina en el cerebro terminan por volver a la normalidad. Según esto ocurre, la respuesta de sentir fuertes ansias se presentará con menos frecuencia, no durará tanto, ni será tan intensa, hasta desaparecer completamente con el tiempo.
Dado su efecto en el cerebro, la nicotina puede ser sumamente adictiva. Muchas personas necesitan recurrir a algún tratamiento médico para superar la adicción a la nicotina y lidiar bien con los síntomas de abstinencia. Existen medicamentos que pueden colaborar a disminuir los síntomas de abstinencia, mientras que la guía y apoyo de un programa de tratamiento para la dependencia puede enseñar cómo cambiar el comportamiento de manera que las posibilidades de no volver a fumar sean mejores.
Es difícil dejar de fumar, pero el esfuerzo bien vale la pena. La salud se beneficia casi de inmediato, pues la frecuencia cardíaca disminuye tan solamente 20 minutos después del último cigarrillo. Doce horas más tarde, vuelven a la normalidad los niveles sanguíneos de monóxido de carbono, que es un gas tóxico. En cuestión de tres meses, mejora la función pulmonar, y la circulación empieza también a mejorar. Después de un año, el riesgo de sufrir un ataque cardíaco desciende a la mitad; y luego de transcurrir 15 años, el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular es igual al de los no fumadores.
Si usted fuma, consulte con el médico sobre cómo dejar de hacerlo. El médico puede ofrecerle medicamentos y apoyo, aparte de remitirlo a un programa de tratamiento a nivel local que pueda ayudarle. Dejar de fumar es un proceso, de manera que dé un paso a la vez.