¿Quién no se ha sentido alguna vez "estresado"? No solamente los humanos, sino también sus animales de compañía, padecen de estrés. Nunca antes había ocurrido. Jamás se ha sufrido tanta tensión nerviosa como en la actualidad. Con razón se ha llamado al estrés la enfermedad del siglo. Tranquilos, tiene remedio; basta con estar alerta e identificar los síntomas... Y vale la pena, porque el estrés puede conducir, incluso, a la muerte.
EL SIGLO DEL ESTRÉS
Para que se produzca una situación de estrés es preciso que coincidan tres factores: un entorno hostil y agresivo para con el sujeto; unas respuestas fisiológicas del sujeto; y unos procesos mentales negativos. No todas las personas reaccionan igual ante los mismos estímulos, ni mental ni fisiológicamente. Ante una situación de riesgo a algunos les tiemblan las piernas; otros, por el contrario, se crecen y se vuelven agresivos. En ellos pesa más el instinto de conservación y supervivencia que el miedo. Pero incluso estos "valientes" pueden experimentar estrés ante una situación que no inmutaría a los "cobardes", como tener una cita con una chica despampanante o afrontar un examen. No existen respuestas unificadas.
Se dice que en nuestro tiempo el estrés prospera como en ningún otro. Esto es sólo relativamente cierto. Nuestros antepasados, cazadores que debían jugarse la vida para llevarse un bocado, también sufrían de estrés... Pero nunca en los niveles actuales. Si bien siempre ha existido estrés, sólo ahora ha pasado a ser una enfermedad "de masas".
CÓMO IDENTIFICAR EL ESTRÉS
Existen unos síntomas específicos que indican que estamos ante una crisis nerviosa (véase el Recuadro I); basta con observar estas señales de alarma para advertir el riesgo que corremos. Pero ¿cuál es el mecanismo del estrés?
El córtex cerebral da la señal de alarma que es enviada al hipotálamo; éste dispara la actividad de la hormona HACT, que pone en marcha la actividad de las glándulas suprarrenales cuya acción saca a la superficie los síntomas. En las glándulas suprarrenales empieza a segregarse adrenalina y esteroides, que se "descargan" sobre el sistema nervioso. Esto hace que en el estómago aumenten los ácidos segregados y en el hígado suba brutalmente el nivel de glucosa. Los vasos capilares situados a flor de piel tienden a contraerse, con lo que los músculos reciben una irrigación superior y por eso están más predispuestos para la hiperactividad. Todo esto provoca un aumento de la tensión arterial y del ritmo cardíaco con las consiguientes modificaciones en el comportamiento.
En las crisis agudas el bello corporal tiende a erizarse. Las pupilas se dilatan al máximo para aumentar el ángulo de visión y, de esta forma, estar preparado para cualquier situación inesperada. A poco que nos fijemos, todas las especies animales reaccionan igual ante un peligro. Porque, en efecto, las crisis de estrés aparecen cuando creemos afrontar un peligro real o imaginario.
El estrés es la respuesta del organismo a una situación límite, a diferencia de la ansiedad, que es un mecanismo basado en la percepción de un peligro, amenaza o expectativa de incomodidad futura que alerta el organismo. En el lenguaje habitual se suelen confundir estos dos conceptos. El estrés constituye la parte biofísica de la ansiedad.
ESTRÉS Y SISTEMA INMUNOLÓGICO
Lo más grave es minusvalorar la importancia de esta enfermedad. Se trata de una dolencia grave que puede llevar a la muerte, o bien directamente (por el impacto que la propia enfermedad genera en el organismo) o bien al provocar otras enfermedades. Hoy se sabe que el estrés reduce nuestras defensas y disminuye la operatividad del sistema inmunológico. Ahí está la clave para entender por qué puede generarse un cáncer mortífero a partir de un cuadro de estrés. En los estudios sobre los soldados que participaron en la guerra de Vietnam, se pudo percibir claramente que el estrés postraumático que sufrían abría las puertas a enfermedades crónicas e infecciosas.
Lo más grave es que las posibilidades de verse afectado por el estrés no disminuyen en situaciones normales. Los estudios sobre absentismo laboral han demostrado que el 43% de los adultos sufre estrés (según la Asociación Americana de Psicología), y que la mayoría lo han contraído en el ejercicio de sus funciones profesionales. Las cadenas de producción, los ritmos enloquecidos de trabajo, la competitividad creciente, las expectativas frustradas promoción, la imposición de compañeros de trabajo que pueden resultar desagradables, la necesidad de una formación continua impuesta por la constante renovación tecnológica, lo limitado de los salarios... todo esto provoca graves tensiones en trabajadores y profesionales que, frecuentemente, se confunden con cuadros depresivos. Pero en EEUU tienen un impacto del 10% sobre el Producto Interior Bruto en concepto de pérdida de productividad. En la actualidad se tiene la seguridad de que los trabajadores que sufren situaciones máximas de estrés son un 140% más propensos que el resto a contraer enfermedades coronarias y determinados cánceres. Esto muestra, una vez más, la relación entre el estrés y el deterioro del sistema inmunológico que abre las puertas a enfermedades infecciosas y cancerígenas.
SUPERAR EL ESTRÉS
El estrés aparece cuando perdemos el control sobre nosotros mismos y dejamos de considerarnos en condiciones de afrontar una situación concreta. Evitar el estrés y superarlo consiste, fundamentalmente, en no vernos superados por los acontecimientos. En otras palabras: mantener siempre el control sobre nosotros mismos. Quienes son dueños de sí mismos y de sus reacciones ignorarán siempre lo que es el estrés, por duras que sean las pruebas que deben afrontar.
Así pues, cualquier actividad que nos ayude a recuperar el control sobre nosotros mismos, puede ser considerada como el mejor remedio para el estrés: los ejercicios de relajación y meditación figuran entre los más eficaces; realizar el vacío mental, concentrarse durante media hora en la nada, intentar armonizar la respiración, imponernos el silencio y la quietud, aumentan la resistencia de nuestro cerebro al estrés. Es más, si llegamos a dominar algún método de relajación, con sólo percibir los primeros síntomas del estrés, podremos poner en marcha nuestro mecanismo de autodefensa: bastará con que nos concentremos durante unos minutos para que el síntoma desaparezca.
Para quienes no se sientan predispuestos a la concentración es aconsejable la realización de ejercicios. Media hora bastará. Estos ejercicios pueden ser simples ejercicios físicos (correr unos cuantos kilómetros al día basta para rebajar tensiones), o bien ejercicios adaptados a algún tipo de manifestaciones que acompañan al estrés. Es frecuente que el estrés agarrote los músculos del cuello y la espalda. En estos casos es conveniente relajarse, respirar profunda y suavemente; durante 10 segundos apretaremos con la punta de los dedos la nuca, repitiéndolo 5 veces. A continuación buscaremos el músculo que se encuentra entre los hombros y la nuca; pondremos la punta de los dedos en la base de la nuca y apretaremos realizando movimientos circulares que suban hasta la cabeza. Lo haremos en el lado derecho con la mano izquierda y en el izquierdo con la mano derecha. Respiraremos profundamente durante el ejercicio. La tensión de los músculos del cuello disminuirá inmediatamente.
También existen remedios naturales: baños relajantes de agua caliente en la que arrojaremos dos litros más de agua en la que previamente habremos hervido 100 gramos de valeriana. Tres cucharadas de melisa en infusión en una taza de agua caliente, tras un reposo de cinco minutos y tomada tres veces al día, alivia los síntomas del estrés. Otras infusiones adecuadas para tratar la tensión nerviosa son el lúpulo, la manzanilla y la hipérica.
Otro remedio natural son las almohadillas perfumadas. Durante la noche, las sustancias aromáticas, aprovechando el calor corporal, tienden a hacerse volátiles siendo inhaladas por la persona. Bastará con que coloquemos en el interior de la funda de la almohada flores de espliego, lúpulo, melisa, hipérico y valeriana, para que, imperceptiblemente, durante toda la noche nos beneficiemos de sus vapores.
Algunas vitaminas y nutrientes combaten eficazmente el estrés y tienden a relajar el organismo: el complejo vitamínico B, especialmente la B5 (ácido pantotético) y la B9 (ácido fólico), junto con la vitamina D y la A, contenidas en el aceite de hígado de bacalao, los alimentos que contienen litio y magnesio, también contribuyen a relajar el organismo y mejorar su respuesta ante el estrés.
Al mismo tiempo existen algunos procedimientos para prevenir la aparición del estrés: es fundamental que organicemos nuestra vida y preveamos las situaciones futuras; cuando estemos ante un problema, antes de perder la calma, deberemos meditar las consecuencias que pueda tener y procurar, por negativas que sean, minusvalorarlas. Si no vemos solución, será mejor que nos dediquemos a otra cosa: no es una gratuidad recordar que hay dos tipos de problemas, los que tienen solución y los que no la tienen; los primeros se solucionan solos y los otros ¿para qué preocuparnos si no tienen remedio? Debemos, en cualquier caso, ser ordenados, abordar los problemas gradualmente, y no de golpe y desordenadamente. Es fundamental recuperar nuestra autoestima y tener confianza en nosotros mismos. Esto implica también conocer nuestros límites y posibilidades: un albañil no puede realizar las tareas de un aparejador y un aparejador no está en condiciones de realizar el trabajo de un arquitecto... Sólo si sabemos el lugar que nos
corresponde, nuestras responsabilidades y obligaciones, prevendremos las consecuencias del estrés laboral.
Finalmente, quienes se sientan al borde de una crisis de estrés no deben dudar en pedir ayuda a amigos, familia, especialistas. Pero esto implica estar alerta: identificar el problema inmediatamente aparezca. No hay que dejarse sorprender... el estrés puede afectarnos a todos.
[RECUADRO I]
LOS SÍNTOMAS DEL ESTRÉS
Existen 50 indicios que permiten comprender que nos estamos estresando. Son señales de alarma que dicen mucho sobre el estado de nuestro sistema nervioso. Un estado de estrés aparece cuando coinciden un cierto número de estos síntomas. Que se resistan mejor o peor depende de las características de la personalidad de cada uno. También es importante tener en cuenta que no todos estos síntomas anuncian una situación exclusivamente de estrés; pueden manifestar otras dolencias nerviosas. Las crisis de estrés se manifiestan de formas diferentes, por tanto no extrañará que existan síntomas contradictorios. Cualquiera de estos síntomas es, en cualquier caso, una señal, el aviso de que nos aproximamos a un acantilado. Y deberemos estar alerta.
1. Pulso rápido, palpitaciones, presión alta, sudores fríos
2. Se dilatan las pupilas y se eriza el bello
3. Transpiración más abundante de lo normal, necesidad de orinar
4. Sensación de ansiedad y desasosiego
5. Cansancio físico, nerviosismo, trastornos digestivos
6. Dolores y tensión muscular, insomnio, tics involuntarios
7. Necesidad de alcohol, drogas o calmantes
8. Deseos exagerados de actividad constante, cambios de peso
9. Dificultades en la concentración, sensación de insatisfacción
10. Temores, dudas, vacilaciones, pérdidas de memoria
11. Trastornos respiratorios, escalofríos, vértigo, desmayos
12. Temblores, hormigueo y entumecimiento de manos y pies
13. Cambios bruscos en alimentación y sexualidad
14. Errores y despistes frecuentes, inestabilidad emocional
15. Irritabilidad, accesos de ira frecuentes
16. Miedo a tomar decisiones, deterioro de las relaciones sociales
17. Abatimiento y decaimiento general, fatiga y apatía sexual
18. Optimismo exagerado y pesimismo frecuente
19. Sensación de fracaso y falta de confianza
20. Dificultad para adaptarse a cambios
21. Náuseas, vómitos, mareos sin causa fisiológica
22. Bajo rendimiento en estudios o trabajo, absentismo laboral
23. Dolores de espalda y cuello
24. Temor al fracaso, miedo exagerado ante situaciones normales
25. Sentimientos negativos, comportamiento incoherente
[RECUADRO II]
MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES SOPORTABLES
Es muy difícil dar valores absolutos para algo que, esencialmente, está personalizado. Un psiquiatra estadounidense, el doctor Holmes, estableció un baremo de situaciones habituales que, unidas, suelen conducir al estallido de crisis de estrés. Cuando se supera la cifra de 300 puntos, estamos ante el umbral de la depresión.
Causa Puntos
Muerte del cónyuge 100
Separación entre esposos 65
Muerte de un pariente allegado 63
Encarcelamiento 63
Lesiones o enfermedad 53
Casamiento 50
Pérdida de empleo 47
Reconciliación entre esposos 45
Jubilación 45
Cambio en el estado de salud de un familiar 44
Embarazo de la esposa 40
Dificultades sexuales 39
Ingreso de un nuevo miembro a la familia 39
Cambio de situación financiera 38
Muerte de un amigo íntimo 37
Cambio de trabajo 36
Tensiones con el cónyuge 35
Hipoteca muy gravosa sobre su vivienda 31
Juicio hipotecario 30
Nuevas responsabilidades en el trabajo 29
Algún hijo abandona la casa paterna 29
Problemas con la familia 29
La esposa consigue trabajo o lo pierde 29
Triunfo personal 28
Alteración de los hábitos personales 24
Problemas con un superior jerárquico 23
Cambio de condiciones de trabajo 20
Cambio de residencia 20
Cambio de centro de estudios 20
Cambio de actividad creativa 19
Cambio de actividades sociales 18
Hipoteca de poca monta sobre la vivienda 17
Cambio en las horas o maneras de dormir 16
Cambio en el número de reuniones familiares 15
Vacaciones 14
Violaciones menores de la ley 11
SUMA TOTAL ............... ______