La homosexualidad entre mamíferos y aves ha sido ampliamente estudiada, pero se sabe poco sobre este tipo de encuentros en el mundo de los insectos.
Para conocer las razones evolutivas en las relaciones homosexuales entre invertebrados, un equipo de biólogos de la Universidad de Tel Aviv y del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zurich, examinó cerca de cien estudios que se han realizado sobre el tema.
La investigación, publicada en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology, se centró en el comportamiento homosexual de los machos, y se descubrió que la mayoría de estas relaciones, en medio de una apresurada carrera por aparearse, eran accidentales.
Inon Scharf, investigador de la Universidad de Tel Aviv y coautor del estudio, ha explicado que en algunos casos los machos llevan el aroma de las hembras con las que acaban de aparearse y ello confunde a los competidores.
En otros casos, los machos y hembras son tan similares que cualquier aventurado insecto no sabría el sexo de su pareja hasta estar sobre ella. Incluso se sabe de insectos que intentan aparearse con objetos inanimados.
Sin embargo, otros estudios muestran evidencia que la homosexualidad entre insectos tiene motivaciones más complejas.
Por ejemplo, mariposas, polillas y avispas machos utilizan en sexo con ejemplares del mismo sexo para distraer a sus competidores. En el caso de algunos escarabajos, los machos montan a otros machos para dejarles su esperma y así lleven su descendencia a más hembras, aunque esto no parece muy eficaz.
Dado que los genitales de los insectos machos no están diseñados para recibir a otros del mismo sexo, y se pueden producir lesiones, ciertas especies han desarrollado genitales similares a los de las hembras para reducir los daños de la penetración.
Para Scharf, las relaciones entre insectos hembras tienen motivaciones distintas y merecen un estudio aparte. Estos encuentros “lesbicos” parecen más intencionales, como en el caso de unas hembras de escarabajo que se montan entre sí para parecer más grandes y atraer a los machos.
El investigador no descarta que las relaciones sexuales puedan producir placer en los insectos, aunque parezca poco probable. Durante el sexo “tienen algunas hormonas del estrés –y lo sienten- pero si eso se define como miedo, placer o dolor, es difícil de afirmar”.