Menos y estresados, pero eficaces. Así podría definirse la situación de los espermatozoides del siglo XXI. Un informe realizado por el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires sostiene que los hombres bajaron su producción de espermatozoides al 50 por ciento a lo largo de los últimos sesenta años.



Factores ambientales como la polución, las fumigaciones con pesticidas, el estrés crónico o el consumo de sustancias tóxicas como drogas, alcohol y tabaco son las principales causas en la disminución de los espermas.

Convocados por el director de hospitales bonaerenses, Claudio Ortiz, especialistas en fertilización se reunieron en La Plata para discutir sobre infertilidad masculina. Su conclusión fue que la “capacidad reproductiva de la especie humana disminuyó en las últimas décadas” aunque eso no siempre se tradujo en un menor nacimiento de niños, ya que en el 50 por ciento de los casos los problemas de infertilidad se pueden resolver.

“Esto es real, ha habido una disminución de la calidad espermática”, opina Stella Lancuba, especialista en fertilidad y directora de CIMER. Pero agrega que esa baja producción no debe provocar alarma: “Hoy se puede trabajar con muy pocos espermas y hay más soluciones”. Una herramienta fundamental fue la aparición de los tratamientos ICSI, que lograron introducir espermas directamente dentro de un óvulo.

Uno de cada tres hombres tiene alteraciones espermáticas y el 10 por ciento sufre infertilidad, es decir que no pueden concebir un hijo. La infertilidad afecta a una de cada seis parejas y aunque hasta hace pocos años se creyó que la mayor parte de los casos correspondía a causas femeninas, hoy se sabe que un tercio se debe a factores relacionados con el hombre, otro tercio con la mujer y el resto a causas combinadas de ambos. Incluso, también se descubrió que las patologías en los espermas pueden provocar un aborto.

En 2010, la Organización Mundial de la Salud (OMS) modificó los parámetros que mantuvo durante once años de lo que se considera un nivel de esperma “normal”. Así, bajó de una concentración de 20 millones de espermatozoides a otra de 16 millones. Es decir, que hoy se necesita mucha menos cantidad para que ese análisis de un resultado con valores normales. Para esa nueva medición, la OMS analizó a 1.900 pacientes de ocho países en tres continentes.

Según el andrólogo Carlos Carrere, “los hombres tienen más posibilidades terapéuticas que las mujeres porque los tratamientos actuales permiten hacer mucho con pocos espermatozoides”.

Si bien el estudio afirma que la baja producción de espermas podría alterar la capacidad reproductiva, otros especialistas son más cautos. Sergio Papier, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMER), sostiene que “un espermograma no necesariamente representa un test de fertilidad. Para hablar de infertilidad hay que hablar de la pareja porque un buen óvulo puede mejorar un mal espermograma pero un buen espermograma no hace nada con un mal óvulo” .

Papier señala además que una de las mayores dificultades para determinar el nivel de los espermogramas es que existen diferencias a la hora de medir los niveles de espermas y que además, esos niveles han variado a lo largo de los años. “Hoy, por ejemplo, se mide el estrés celular que es el que produce una fragmentación en el ADN. Antes esto no se medía, por eso hay que tener cuidado cuando se comparan grupos históricos. Los análisis de hoy son distintos a los de hace veinte años”.

El andrólogo Raymond Osés, del Instituto de Fertilidad IFER, también coincide: “Esto es algo que está todavía en discusión, por eso siempre hay que hacer varios espermogramas para estar seguros de que un hombre tiene baja cantidad de espermas.

Ningún hombre es infértil por sí sólo, siempre hay que medirlo en relación con la mujer.

La baja cantidad de espermas no necesariamente afecta la fertilidad”.