La escena se puede ver en el patio de comidas de un centro comercial, en la calle, en una tienda cualquiera. Pequeños diablillos reclamando hamburguesas, papas fritas, chocolate. Sin querer entender razones, patalean y hacen berrinches hasta que los padres, agotados, se acercan a los tentadores combos.
Pero atención, porque quizás llegó el momento de decir “basta” a las soluciones fáciles y empezar a enseñarles a los niños cuáles son los hábitos de alimentación más saludables. Muchos factores juegan en contra: la comida chatarra es económica y, justamente, rápida. El 50 por ciento de los anuncios que los pequeños ven por televisión les auguran un mundo de maravillas si la comen.
Sin embargo, el aumento de las tasas de obesidad infantil y las cifras de entidades como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) demuestran que la práctica de buenos hábitos alimenticios a edad temprana puede prevenir males futuros.
Según este organismo federal, el 15 por ciento de los niños que vive en Estados Unidos no come ningún vegetal. El 40 por ciento sólo consume papas y salsas; al 20 por ciento no le gusta las frutas y el 36 por ciento realiza 4 o más snacks por día con bajo valor nutritivo. Resultado: un alza alarmante en los casos de obesidad precoz.
Para revertir estas cifras y mantener a los niños sanos y también felices, la Sociedad Americana de Pediatría, junto con los CDC, ofrece algunos consejos sencillos. Algunos de ellos son:
- A la hora de comer, los niños tienen que estar cómodos, en un ambiente tranquilo y agradable.
- Conviene ser coherentes a la hora de rechazar un alimento. Los hijos dudarán en aceptar algo que no les gusta a los padres. No olvides que también aprenden por imitación.
- Desde el nacimiento, se deben respetar los períodos de hambre y saciedad de los pequeños. A través de ese respeto se les enseña a obedecer las señales internas que lo llevarán a comer o a dejar de comer sin presiones externas.
- Hay que evitar el uso de la comida como “recompensa”. Por lo general esos “premios” son ricos en azúcares, grasas o sal.
- Hay que ejercer la paciencia. Los niños suelen padecer de “neofobia”, que es el rechazo a los alimentos nuevos o desconocidos. Hay dos períodos críticos: cuando se incorpora la papilla a lo largo del primer año de vida y luego a los tres años.
- No hay que quejarse porque prefieren productos dulces a alimentos salados. Eso es totalmente normal porque la única predilección congénita del ser humano es por los dulces.
- De todas formas, no se debe fomentar el uso de la sal. Los alimentos contienen el sodio necesario para satisfacer los requerimientos del organismo. El agregado de sal es un mal hábito aprendido sin fundamento fisiológico.
- Ofrecerles variedad de alimentos, desde temprana edad. Y, siempre, intentar cumplir con al menos 4 o 5 comidas diarias.