Tuesday, December 6, 2011

Los senos de las mujeres, ¿el elixir de la salud de los hombres?


¿Es la ternura geométrica y el calor magnético de los senos de las mujeres una fuente de juventud, de placer y salud para los hombres? ¿O es esto solo un hoax más, un avatar lúdico de la objetificación de las mujeres?


Se ha vuelto a encender en Internet la mecha de un hoax que se publicó hace unos años sobre un supuesto estudio dado a conocer en el New England Journal of Medicine, que decía que ver senos de mujeres aumentaba la vida de los hombres hasta en 5 años, citando a espectrales  expertos como la gerontóloga Karen Weatherby. Esta vez han caído Publímetro, Terra y Fox entre otras. Aunque hemos caído en alguno que otro hoax en Pijama Surf, hemos también aprendido a detectarlos y cuando se cita al “prestigioso” diario Weekly Word News como fuente (el mismo diario que viralizó la información de que la NASA había detectado tres naves extraterrestres que acercaban a la Tierra) sabemos que se trata de una noticia falsa, lo cual, en este caso, no le quita el interés y cierto LULZ.
Evidentemente la nota es también un pretexto para mostrar senos protuberantes de mujeres y generar visitas con facilidad. Pero su atracción quizás no solo sea este placer, que puede caer en lo primitivo (estilo cervezas, bikinis y nachos), de contemplar los pechos de mujeres sexys,  sino la intuición de que este estudio apócrifo contiene cierta cuota de verdad.
La publicación original decía que médicos alemanes hiceron que unos voluntarios dejaran de observar los pechos de las mujeres por cinco años y luego midieron esto contra un grupo de control. Es increíble que pese a esto numerosos diarios creyeron en la veracidad del estudio: es prácticamente imposible hacer que un hombre deje de mirar los senos de las mujeres, ese magnetismo que trasciende la razón y se interna en una matriz instintiva y arquetípica. 
Aunque el estudio y ver los senos de las mujeres —y ver en ello un grial sexual— pueda considerarse como algo burdo, no se puede negar que los senos de las mujeres sí proveen bienestar al hombre y en este sentido sí mejoran la calidad y probablemente la cantidad de vida de los hombres —aunque esto difícilmente pueda ser cuantificable. 
Un estudio de Harvard mostró que  cuando los hombres ven rostros de mujeres atractivas se activan los centros de recompensa en el cerebro; un activación que reduce ciertamente el estrés. Asimismo innumerables estudios muestran que el sexo, y en general el contacto físico, es parte fundamental de una buena salud: y eso es ver, tocar, oler, oír, gustar y más.
El rostro de las mujeres nos remite al estadio del espejo lacaniano, al rostro de la madre, en el cual el bebé se decodifica y encuentra significación en el mundo: este responde a sus deseos: los senos son también los espejos de la manos que buscan asir su realidad. De maner relacionada dice Robert Anton Wilson:
Todos los niños nacen desnudos, hambrientos y con una inmensa curiosidad. Ser padre consiste básicamente en seguirlos por la casa y decirles “no te metas eso en la boca” [...], solo porque el sistema oral de biosobrevivencia se enciende después del nacimiento y lo primero que quieren es el pecho de su mamá y lo segundo que quieren es probar el resto del mundo para saber si sabe tan bien como los pechos de su mamá [...]. Y luego empiezan a hacer preguntas [...].
He aquí que econtramos una especie de saudade por los senos de la madre que persigue al hombre en su caída por el mundo. La madre es la primera otredad que madurará en la pareja, cuyos senos, desde el psiconálisis —aunque recalcalmos que no consideramos que el psiconálisis sea una teoría completa de la realidad— serán mementos sublimados de los pechos en los cuales el niño se nutrió: energía vital que lo apuntala en el mundo. ¿Sería ridículo decir que los senos pueden ser como las manijas de las puertas o los barandales en los cuales la psique se apoya para integrar su personalidad y moverse por un mundo donde lo que mueve es la llama doble del sexo? Si bien esto puede rondar en la objetificación de las mujeres, también es cierto que somos holísticamente nuestras partes y en el detalle no solo está el diablo, también está la divinidad.
Hay otra similitud entre ese primer descubrimiento en el niño de la realidad como un ente que responde a sus veleidades (algo que trágicamente se interrumpirá) en el rostro-espejo de su madre. Es la forma redonda, esa forma primoridial, curva y maternal, arquetipo de la feminidad, que encuentra una  clarísima expresión en los senos. No es un secreto que la arquitectura que utiliza curvas, más que líneas rectas, genera una sensación de mayor tranquilidad. Es esta la curvatura del espacio, la grupa de la Tierra, el círculo que abraza: una ternura geométrica.
Es también parte del misterio fascinante de ser en este planeta, que ciertas formas ejerzan una atracción y produzcan cierto código de significados y sensaciones reiteradamente, más allá de un contexto cultural particular: un sistema de signos que se incrustan en la biología pero que no se limita a ella. Adorar las curvas, adorarar los senos dadores de vida, puede ser un comportamiento primitivo, pero en ello el hombre entra en contacto con lo primigenio, con lo paradisiaco, no solo con su madre de esta vida, sino con la Diosa Madre que se expresa, con suave candor, en los senos de todas las mujeres.
Por si acaso este estudio tiene una aplicación con efectos positivos sobre la salud, de manera orgánica, los dejamos con esta campaña de mujeres colombianas en la que se desnudan por las tetas naturales.


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