Wednesday, May 14, 2014

Entrevista a un Espermatozoide

 

'No soy ningún renacuajo', dice el espermatozoide. 

La célula masculina pide respeto. 

"Respondo por la mitad de todo", cuenta en esta entrevista.

En un mundo que clama por la equidad y el respeto por las diferencias, yo, un espermatozoide, quiero reivindicarme, aunque sea ínfimo y a pesar de que tenga que actuar en tumulto con millones para hacerme presente.

Existir ya es difícil para mí, más si se tiene en cuenta que mi misión en la vida es ser la pareja de un óvulo esquivo que es diez mil veces más grande que yo.

Quiero que sepan que en la tarea de conquistarlo acaban sacrificados, en el altar de los cortejos, cientos de miles de mis congéneres.

Todos competimos en una carrera frenética y a la ciega, a codazo y a patada limpia, por llegar y entregar primero una carga que es, nada más ni nada menos, que la mitad de las características que tendría cualquier ser.

Por eso no admito que nos menosprecien; hacerlo sería mirar con desdén el valioso aporte del varón, ese que tiene como gran distintivo la factoría en la que me crié: los testículos.

‘Así vivo yo’

Permítanme hacer un recuento de mi corta, incierta y casi siempre sufrida vida.

A nosotros nos producen por montones, todos los días. Es más, las fábricas chinas son unas aficionadas al pie de los testículos, que funcionan en cada varón desde que cumplen los 12 años y de manera ininterrumpida, a un ritmo de 10 mil a 30 mil millones de espermatozoides por mes.

Si todos lográramos colonizar un óvulo (en caso de que los hubiera, claro) podríamos poblar el planeta entero cuatro veces en un mes. Así que respetico…

Desde que empiezan a fabricarme en mi casa, mejor dicho, desde la etapa de espermatogonia, hasta que estoy madurito y listo para entrar en acción, quiero decir, cuando ya soy un espermatozoide hecho y derecho, pasan alrededor de dos meses y medio. Y les doy un datico: diariamente 500 millones de nosotros, ya maduros, son inventariados en ambos testículos; ahí nos vamos acumulando como un ejército, listos para ir allá, a donde toca ir.

‘Soy un bólido’

Y ya que me dejaron hablar de mí, aprovecho para exigir que dejen de compararme con los renacuajos, por favor.

Soy cabezón como una ojiva; allí guardo 23 cromosomas repletos de ADN que determinan el sexo de la descendencia, entre muchas otras características.

Como cabezón que soy, tengo un sombrero que se llama acrosoma. En él porto una especie de herramienta, en forma de enzimas, que ablanda la pared del óvulo para que yo pueda hacer mi entrada triunfal con mi valioso equipaje.

Debajo de mi cabeza hay una especie de cuello tortuga donde están las mitocondrias. Estas son como generadores que me dan la energía que necesito para trasegar por laberintos oscuros tras el óvulo.


Tengo, además, una cola que es una maravilla de la ingeniería de propulsión. 

Ella me permite, literalmente, nadar a la vertiginosa velocidad de tres milímetros por minuto. ¡Tres milímetros por minuto! Les parecerá poco, pero a esa escala yo soy un bólido de verdad. Al lado mío, el tal Michael Phelps sí es un renacuajo.

Soy consciente de que, salvo los urólogos y los especialistas en fertilidad, nadie más se atreve a hablar de mí en un coctel; sé que en general mi nombre produce sonrojos y la materia en la que nado sí que obliga a bajar la mirada y a cambiar de tema. Nado entre semen y punto.

Por si no saben qué es, se los explico: es ese líquido lechoso (perdón por lo prosaico) que es liberado durante la eyaculación al final del acto sexual. Para mí es una maravilla: me nutre, me da energía y me transporta.

Nadie se da el lujo de moverse como yo en esa ‘piscina’ compuesta de nitrógeno, ácido úrico, fructosa, fosforociclina, glucosa, sodio, amoníaco y ácido ascórbico. Envidiable, ¿no?

Y a riesgo de que pongan cara de asco diré que, según los que saben, cinco centímetros de este líquido es tan nutritivo como la clara de un huevo. Dejémoslo ahí.

Por último, quiero compartirles algunos de mis gustos personales o mejor espermatozoidales: prefiero el frío, pero no la vida a la intemperie; por eso, nos quedamos fuera del cuerpo, dentro del escroto. También tengo quién me cuide; las células de Sertoli se fajan con el que sea para evitar que el cuerpo me destruya, porque soy haploide, es decir, la mitad de una célula normal.

Y aun así, con mi cabezota levantada, puedo decir orgullosísimo que yo soy el responsable de la mitad de todo.


Cuídenme, por favor

Evite: algunos antibióticos como la tetraciclina, la zentramicina y la eritromicina (salvo que se los formule un médico), así como los anabolizantes con esteroides. Ellos atentan contra la fábrica.

Cuidado: los varicoceles (várices del área testicular), las fiebres, las infecciones urinarias no controladas, los tumores, las inflamaciones, el virus de las paperas y algunas enfermedades venéreas pueden reducir de manera dramática nuestra cantidad y calidad.

Temperatura: diga no a todos los hábitos que aumentan la temperatura en el área genital, como la ropa interior ajustada, pasar sentado mucho tiempo, trabajar en áreas muy cálidas o con el ‘laptop’ en las piernas.

CARLOS F. FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO